Por Julio A. Altagracia
El Horizonte, Distrito Nacional RD.- La República Dominicana, no solo fue colocada por la providencia divina, geográficamente, en el punto exacto por donde nace el sol cada mañana, sino que es bendecida permanentemente por la gracia de Dios y la virgen de Altagracia, con eso se explica el hecho de que hoy con todas las adversidades que tocan al mundo y con la magnitud de su peligrosidad, en nuestro país estemos viviendo una democracia plena, con marcada prosperidad y pleno crecimiento en todos los órdenes, dentro de un clima de tranquilidad y orden social. Algo que no solo debemos valorar, sino defender.
En línea con lo anterior, debemos hacernos conscientes de la magnitud de los peligros que nos asechan, no solo desde fuera, sino de adentro, por lo que estamos en la imperiosa necesidad de blindar nuestras fortalezas y oportunidades en momentos que se avizoran en nuestro entorno y más allá, nubarrones y presagios que amenazan con graves incertidumbres, destrucciones, caos y hasta el exterminio.
En el contexto de este panorama sombrío en los entornos y en el universo de la humanidad, es de rigor que agradezcamos la oportunidad, privilegiada sí se quiere, de tener en el timón de la dirección del Estado Dominicano, a un hombre no solo imbuido y comprometido con las mejores causas, sino desprendido de ambiciones presidenciales más allá de este cuatrienio y con una visión de futuro tan amplia que lo impulsa a asumir con responsabilidad, valentía y determinación, trascendentes acciones revolucionarias y atrevidas, sin importar consecuencias adversas a su trayectoria de un liderazgo regional indiscutible, convencido de hacer lo que se requiere, y lo que más conviene al pueblo dominicano.
Los desafíos que enfrenta nuestro país en estos momentos son cruciales y demandan acciones dolorosas, en el orden institucional, admitidas por todos, según se pudo ver en el debate presidencial que participaron los tres candidatos de las tres principales fuerzas políticas del país, en el recién pasado torneo electoral, en el que los tres admitieron que el país requiere de una modernización fiscal, ante la necesidad ineludible de incrementar las recaudaciones de impuestos, reducir el déficit fiscal y aliviar el impacto de los servicios de la deuda. Esa es una realidad que debió ser enfrentada desde hace años, durante los 20 años del PLD, en el gobierno, pero la politiquería y la irresponsabilidad no lo permitió, es por ello que ahora oponerse y criticarla, al ser asumida por este gobierno, y sin ninguna propuesta responsable, obedece únicamente, a la politiquearía, el oportunismo, la irresponsabilidad o la ignorancia.
Admitamos sin rodeos que estas reformas, dolorosas e indeseadas, constituyen una necesidad irrenunciable y que debemos aprovechar la ocasión de tener en la presidencia de la República, a Luis Abinader, quién en un acto de suprema responsabilidad política, sin temor al riesgo de mantener su liderazgo local y regional, las haya asumido, para que todos a una sigamos ese camino apoyándola y participando de los debates abiertos, para que todos los sectores puedan hacer de la misma, propuestas equilibradas y justas para todos, no sin estar conscientes de que algo corresponde aportar, comenzando por el gobierno, garantizando, no solo recaudar, sino reducir los gastos con una rigurosa, pulcra y correcta administración de los recursos del Estado, comenzando por reducir las evasiones. Ese debe ser la única consigna ya que oponerse por oponerse, sin propuestas, sería una irresponsabilidad. Volveremos sobre este tema.