Líbano conmemora este jueves el segundo aniversario de la masiva explosión que arrasó Beirut con manifestaciones de familiares de las víctimas que siguen exigiendo verdad y justicia.
El estallido en el puerto provocado por nitrato de amonio mal almacenado dejó más de 200 muertos, miles de heridos y destruyó grandes zonas de la capital.
Pero la investigación sobre las causas de la explosión sigue estancada en medio de la interferencia política, y ninguna autoridad estatal ha sido responsabilizada por la tragedia del 4 de agosto de 2020.
La semana pasada se derrumbaron varios silo de granos seriamente dañados, que servían como tristes símbolos del desastre, y otros más están en peligro de caer, advirtieron los expertos.
“Espero que al ver los silos caer, la gente sienta deseos de luchar por la justicia, de combatir con nosotros”, declaró Tatiana Hasrouty, quien perdió a su padre en la explosión.
Los políticos “están haciendo todo lo posible para frenar la investigación” del estallido, aseguró.
La megaexplosión fue un momento de pesadilla en la caótica historia de Líbano, un país inmerso en la peor crisis económica de su historia, marcada por apagones, inflación descontrolada y un desánimo generalizado.
Los manifestantes partirán en tres marchas separadas que se encontrarán a las 12H00 GMT del jueves en el puerto, donde persiste el olor a humo desde los silos, donde granos en fermentación arden en el calor abrasador del verano.
Pesadilla
La explosión provocó el tipo de devastación que suelen causar las guerras y los desastres naturales.
Agravó también la situación de una población ya afectada por la crisis y aceleró el éxodo masivo que recuerda las salidas durante la guerra civil de 1975-1990.
La clase dirigente del Líbano, acusada de corrupción y negligencia, se aferra al poder incluso en momentos que la población enfrenta carencias de combustible, medicamentos y agua potable.
“Esta clase gobernante nos mata cada día”, sostuvo Hasrouty. “Los que no morimos en la explosión estamos muriendo de hambre”.
Los apagones duran hasta 23 horas por día, las calles permanecen a oscuras por la noche y los semáforos no funcionan.
Lara Khatchikian, de 51 años, cuyo apartamento fue impactado por la explosión, mira el fuego en los silos de granos y lo califica como “una pesadilla”.
“Mis vecinos y yo estamos estresados todo el tiempo”, comentó. “He sentido temor, no podíamos dormir. Se necesita fuerza sobrehumana para vivir cuando constantemente te recuerdan la explosión”, explicó.