Washington, (EFE).- El presidente estadounidense, Joe Biden, ha ordenado a las agencias humanitarias de su país que evalúen opciones para ayudar a los damnificados en el terremoto en Afganistán, donde han fallecido más de 1.000 personas.
El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, informó en un comunicado de que Biden está siguiendo los acontecimientos en Afganistán y que ha solicitado a la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid) y a otros organismos federales que examinen las opciones de respuesta para asistir a los afectados por el seísmo.
«Estados Unidos está profundamente entristecido al ver el terremoto devastador que se ha cobrado las vidas de al menos 1.000 personas en Afganistán», dijo Sullivan, quien recordó que su país es el principal donante individual de ayuda humanitaria a Afganistán.
Afirmó que los socios humanitarios de EE.UU. ya están ofreciendo atención médica y suministros para dar cobijo a los afganos sobre el terreno.
Sullivan expresó el compromiso del Gobierno de Washington para apoyar a la hora de responder a las necesidades del «pueblo afgano» ante «esta tragedia terrible».
Al menos 1.030 personas han muerto y más de 1.500 han resultado heridas por el terremoto de 5,9 grados que sacudió anoche el este de Afganistán, un número de víctimas que se espera que vaya en aumento a medida que avanza la operación de rescate.
El seísmo se registró a unos 46 kilómetros de Khost, capital de la provincia homónima, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), que registró también una réplica de 4,5 grados.
El secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó que su organización está «totalmente movilizada» en Afganistán para proveer ayuda tras el terremoto.
La pasada semana, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFCR) alertó de que el 70 % de los hogares en ese país no pueden satisfacer las necesidades alimentarias y no alimentarias básicas, un porcentaje que puede verse agravado con el sismo.
EE.UU. se retiró del país centroasiático a finales de agosto de 2021 después de veinte años de ocupación y en virtud de un acuerdo con los talibanes, semanas después de que los insurgentes se hicieran con el control casi total del territorio.