Raymond Pozo y Miguel Céspedes: antes de subir la escalera del éxito no tenían “ni dónde caerse muertos”

Santo Domingo

En la casa familiar de Miguel Céspedes solo había una cuchara y un cepillo de dientes, utensilios que eran exclusivamente usados por el padre, los demás miembros comían los alimentos con las manos y para asearse los dientes lo hacían con los dedos o usaba carbón que obtenían del fogón de la cocina.

En otra vivienda o bohío (bojío) como le llamaban en los campos del país, unos padres con 10 niños (entre ellos Raymond Pozo) se encerraban en la casa para contarles cuentos esos días que no había nada para alimentarlos, y así entretenerlos.

Estas remembranzas recrean la niñez que vivieron los humoristas Miguel Céspedes y Raymond Pozo, respectivamente, quienes el próximo 2 de diciembre estrenan en el cine  la biopic “La vida de los reyes”, dirigida por Frank Perozo.

Ahora, entre risas, Miguel, quien nació en el campo Carrera Yegua, en la provincia de Azua,  evoca que aunque limpiaba sus dientes con carbón, y uno de los días más felices de su niñez fue cuando recibió un kit con un pequeño cepillo y una pasta dental, sin imaginarse jamás que hoy sería imagen de la prestigiosa marca que todos conocen a nivel mundial.

Para Raymond, esos momentos de fuerte escasez, cuando su padre se encerraba con ellos para distraerlos del hambre haciéndoles cuentos. Es precisamente cuando nace el humorista, que deslumbró con sus trabalenguas y personajes hasta Don Francisco en Univisión.

“Era pequeño, pero lo recuerdo perfectamente, la gracia que tengo para el humor la heredé de mi papá”, asegura Pozo.

Volver a recrear la historia de su niñez para los populares humoristas dominicanos fue volver a revivir, con orgullo, esos primeros años de vida, en donde la escasez económica reinaba en sus hogares, pero el amor y la formación familiar sobraba.

Muchas son las anécdotas de esta época como cuando un día el hambre, alrededor de las 4:00 de la tarde, un olor a arenque llevó a Raymond a visitar la casa de  la vecina, actitud que fue  recriminada, primero por su madrina, quien lo encontró y lo llevó agarrado por una oreja hasta su casa. La situación se complicó porque él le replicó con un “!oh oh!”, actitud que le costó un fuerte castigo por parte de su madre.

“Nunca volví a donde los vecinos a la hora de la comida y aprendí a respetar a los mayores”, recuerda entre risas.

Las vicisitudes fueron tantas que cuando comenzaron a escribir el guion de la película muchos de los sucesos que vivieron eran difíciles de plasmar en el cine, por lo poco creíble que podrían ser para el público.

Sobre la exposición de sus vidas, al principio, ellos no estaban muy de acuerdo, pero se convencieron porque la historia se contará con la intención de motivar a la gente a luchar por sus sueños y a reflejar que no importan las carencias materiales si  tiene la bendición de recibir amor y formación en el hogar.

La película mostrará la niñez, juventud y su llegada al humor. “Todavía veo la película y lloro, para nadie es un secreto que crecimos en la extrema pobreza, pero siempre hemos dicho con orgullo y satisfacción  que Dios nos dio la oportunidad de nacer en la pobreza, mas no en miseria, a pesar de no tener nada, ni siquiera lo esencial que es la comida, pero sí tener amor familiar, el amor de los vecinos, por  eso, gracias a eso para nosotros la gente siempre estará por encima de las cosas materiales”, asegura Raymond.

“Es que sin la niñez que nosotros tuvimos la vida no tendría la misma satisfacción que hoy tiene al obtener el éxito. Esa niñez nos enseñó a mantener los pies sobre la tierra y eso es lo que le da el valor a la vida, lo que te ablanda el alma, lo que te hace más humano”, expone Céspedes. 

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