Han pasado menos de dos días desde que se iniciaron los trabajos para el remozamiento de la intercepción de las calles Duarte con París y ya una nube de quejas e inquietudes comienzan a formarse sobre el proyecto que promete poner fin a los días de desorden y arrabalización en la zona.
La falta de espacio entre las barreras y los locales comerciales, bajas en las ventas y molestia de quienes aseguran quedaron fuera de los listados de beneficiarios, son de los primeras reacciones negativas que le llueven al plan de remozamiento que había sido planificado desde la gestión como alcalde del actual ministro de Turismo, David Collado.
El proyecto comenzó a tomar forma el pasado 28 de junio cuando en un acto protocolar se anunció la, hasta ese momento, utópica obra.
“El proyecto se ve bien, pero las ventas no. Esto esta malo”, externó Manuel Geraldino, propietario de un pequeño local en la calle París y quien a puro pulmón invitaba a los transeúntes a visitar su comercio.
Según Geraldino, los lunes son de los días de más “movimiento” -refiriéndose a las ventas- por lo que usualmente destapa entre siete y ocho pacas de ropa; este lunes solo abrió cuatro.
“Imagínate, yo sé que no se está vendiendo y no me voy a volver loco a poner to’ la mercancía ahí”, señaló.
De su lado, Wanda Núñez, empleada de otra tienda de ropa de segunda mano, explicó que “las ventas han bajado muchísimo” y que hasta el mediodía de este inicio de semana solo habían vendido el 5% de lo que comercializan regularmente.
Oscuros callejones
Otra de las quejas que externaron los afectados consultados por este medio fue el estrecho pasillo que resultó luego de la colocación de barreras de planchas de zinc y madera para bloquear la vista y el acceso al área de remozamiento.
A ambos lados de la París solo quedan dos pasillos que van desde la calle Jacinto de la Concha hasta la Avenida Duarte, pero en el caso del callejón que quedó debajo del elevado de la 27 de Febrero, el reducido camino ha quedado a oscuras a plena hora del día.
Para Manuel Geraldino, los clientes caminarán con miedo de ser asaltados por la estrechez del callejón.
“Es muy chiquito y la gente va demasiado pegá, en el tumulto si a alguien le quitan algo, nadie se dará cuenta”, detalló.