ALTAMIRA .- La situación en los alrededores de la cárcel al norte de Brasil en la que murieron 57 presos el lunes por un enfrentamiento de facciones criminales era de caos este martes y el hedor que dejó tras de sí la matanza hizo casi que obligatorio el uso de tapabocas para poder soportarlo.
En medio del calor y la humedad característicos de Altamira, localidad del amazónico estado de Pará, familiares esperaban por información de sus parientes ante la incertidumbre de saber si estaban vivos o muertos, ya que en la tarde de hoy solo diez de los 57 cuerpos habían sido identificados, según informaron portavoces del Instituto de Medicina Legal.
Los trágicos hechos sucedieron el lunes, cuando una sangrienta disputa en el Centro de Recuperación Regional de la localidad de Altamira, entre las facciones criminales Comando Rojo y Comando Clase A acabó con 16 reclusos decapitados y otros 41 que perecieron debido al humo que se extendió por el complejo después de que los atacantes prendieran fuego al lugar.
Este martes, la situación en los alrededores del presidio era caótica y el hedor que dejó tras de sí la matanza y el incendio hizo casi que obligatorio el uso de tapabocas para poder soportarlo.
Debido a las carencias de la región, los cuerpos de las víctimas fueron depositados dentro de un camión con sistema de refrigeración y solo hasta el final de la tarde comenzaron a ser liberados aquellos que habían sido identificados.
José Gilson Barbosa, un vendedor de la región, respiró aliviado al saber que su hijo no estaba en la lista de las víctimas mortales.
“Estoy aquí desde ayer, al frente de este lugar, en busca de una respuesta porque tengo un hijo que se encuentra preso en esta cárcel. Salí de aquí ayer en la noche después de que entregaron la lista y gracias a Dios mi hijo no está ahí”, aseguró a Efe.