“Como en ningún documento se me menciona y ningún indicio ni evidencia me alcanza sólo les queda la especulación o inventar intermediarios. Jamás me vendí y está probado“. Alan García, dos veces presidente de Perú, disparó ayer contra sí mismo y contra sus palabras, escritas en sus redes sociales 24 horas antes, cuando la policía del país andino se disponía a detenerle por las acusaciones de corrupción que pesan en su contra. Acorralado por las autoridades, el exmandatario pidió permiso para hablar con su abogado y, dentro de su habitación, se pegó un tiro en la sien derecha. La bala le atravesó la cabeza.
Así lo ha confirmado el presidente de Perú, Martín Vizcarra, en su cuenta personal de Twitter.
La agonía de la principal figura de la política peruana, junto a Alberto Fujimori, duró poco tiempo. Tres fallos cardiacos en la mesa de operaciones precedieron a su muerte.“Consternado por el fallecimiento del expresidente Alan García. Envío mis condolencias a su familia y seres queridos”, confirmó el presidente Martín Vizcarra, blanco de las críticas del antiguo líder del APRA, que le veía como la mano negra que mecía su acusación.
García es el cuatro expresidente vinculado directamente al escándalo Odebrecht, la constructora brasileña que a la sombra de Lula da Silva recorrió el continente con sus negocios y corruptelas. A la indignación de un país harto de corrupción se unió ayer la consternación y la sorpresa ante una tragedia inédita, que cobra aún más drama porque Pedro Pablo Kuczynski, presidente desde mediados de 2016 hasta marzo de 2018, se encuentra internado desde el martes en la UVI de una clínica limeña tras una subida de tensión mientras cumplía 10 días de detención preliminar por el mismo caso del Lava Jato Perú. Al dirigente moderado le acusan de haber recibido 300.000 dólares para su campaña electoral.