KEFRAVA (Siria).- Con dos estufas de leña para todo el campamento y sin baños, el sirio Abu Jaled al Jaburi sobrevive con su familia en un campamento improvisado en la provincia de Idlib, en el norte de Siria, a la espera de que pase la ola de frío que ha matado al menos a 15 niños en el país.
“Sólo hay dos estufas de leña en todo el campamento y no hay baños, por lo que los desplazados tenemos que andar un kilómetro fuera para hacer nuestras necesidades”, cuenta Al Jaburi desde uno de esos campos en la localidad de Kefraya, en Idlib, el último bastión opositor alzado contra el Gobierno del presidente Bachar al Asad en el país árabe.
Las lluvias torrenciales y las bajas temperaturas han azotado en las últimas semanas la república árabe causando graves daños en los asentamientos.
Unicef aseguró el pasado 15 de enero que al menos 15 niños, la mayoría menores de un año, han muerto en un mes por el frío invernal en toda Siria.
La situación en estas zonas en el norte del país está “muy mal, y en especial en los campamentos”, dice el padre de familia, ya que carecen de los “servicios básicos”.
Al Jaburi trabaja en el consejo local de Kefraya y dice que hay repartidos a lo largo de la fronteras administrativas de la localidad un total de cuatro campamentos, donde viven alrededor de unas 350 familias, que huyeron por la violencia en el país que ha entrado en su octavo año de guerra.
Los civiles que se asentaron en estos campamentos proceden en su mayoría del “este y el norte de Hama, el sur de Idlib y el oeste de Alepo”, provincias del norte de Siria que han sido el escenario de los enfrentamientos entre las fuerzas leales a Damasco y los insurgentes durante los últimos meses.
“La gente pone los colchones y las sábanas sobre las sillas para evitar el agua de la lluvia”, asegura Al Faburi, que llama urgentemente a las organizaciones humanitarias a que “ofrezcan servicios urgentes a los desplazados” para mejorar sus condiciones de vida.