Las ‘clases trabajadoras’ tan queridas por los políticos fueron las víctimas del derrumbe económico
El legado de la crisis financiera mundial pudiera haber sido una reinvención de la economía de mercado. La tendencia en la que ‘todo se vale’ pudiera haberle dado paso a algo que se acercara un poco más a una en la que ‘todos ganan’. Los elocuentes discursos y las audaces promesas que siguieron a la crisis — pensemos en Barack Obama, Gordon Brown, Angela Merkel y el resto de los personajes similares — ofrecían esa posibilidad. Pero, en cambio, hemos terminado con Donald Trump, con el Brexit y con el nacionalismo que aboga por ‘empobrecer al vecino’.
El proceso iniciado por el colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008 produjo dos grandes perdedores: la democracia liberal y las fronteras internacionales abiertas. Los culpables — los cuales incluyen a banqueros, a banqueros centrales y reguladores, a políticos y a economistas — han ignorado su responsabilidad. El mundo ciertamente ha cambiado, pero no de la manera ordenada y estructurada que hubiera representado una reforma inteligente.
Después de una década de ingresos estancados y de austeridad fiscal, nadie puede sorprenderse de que los más perjudicados por las consecuencias económicas de la crisis estén apoyando los levantamientos populistas en contra de las élites. En las democracias ricas, significativos segmentos de la población han rechazado la economía de “laissez-faire” y las fronteras abiertas de la globalización. La inmigración a gran escala puede ser perjudicial en el mejor de los casos. A eso agreguémosle austeridad, y eso ocasiona que a los inmigrantes fácilmente se les usa como chivos expiatorios.