Washington, EE.UU .- Las ideas corren por el mundo: las buenas crean libertad y riqueza; las malas, opresión y pobreza. Claro, el dinero es importante, pero el dinero no es más que un medio para un fin. Las ideas son el final. Tú no eres lo que comes; eres lo que crees.
Los políticos en particular caen bajo el dominio de las ideas. Como lo expresó John Maynard Keynes, “los hombres prácticos que se creen exentos de toda influencia intelectual suelen ser esclavos de un economista difunto. Los locos con autoridad, que escuchan voces en el aire, están destilando su frenesí de algún escritor académico. De hace algunos años … son ideas, no intereses creados, que son peligrosos para bien o para mal“.
La historia de Venezuela, traída de la afluencia a la miseria por su propio loco en autoridad, hace este punto con singular claridad. En 1914, el descubrimiento de petróleo en tierras venezolanas trajo al país grandes ingresos y produjo una economía relativamente libre. En 1950, Venezuela disfrutaba del cuarto ingreso per cápita más alto del mundo, solo detrás de los EEUU, Suiza y Nueva Zelanda. Todavía en 1980, se jactó de la economía de crecimiento más rápido del mundo en el siglo XX. En 2001, Venezuela todavía se clasificó como el país más rico de América Latina.
Fuente: The Wall Street Journal