BENGASI,Libia- Situada en el extremo este del rico y estratégico golfo de Sirte, puerta de salida del petróleo libio, la ciudad de Bengasi fue clave en la caída de la dictadura de Muamar al Gadafi.
Escenario de las primeras protestas populares, el 21 de febrero de 2011 se convirtió en la capital de los rebeldes y en la sede del Consejo Nacional de Transición (NTC), organismo que lideraría el entonces esperanzador alzamiento.
Siete años después, la democracia es allí -como en toda Libia- una quimera y la violencia un repetido horror cotidiano que atribula la vida de aquellos que, pese al bramar diario de las armas, intentan sobrevivir en una ciudad en la que la guerra es todavía un habitante más.
“El incremento de los precios, la flaqueza de los salarios y la falta de liquidez en los bancos hace que algunas familias libias no puedan hacer frente a sus gastos”, agrega Al Hasi, quien pide a las autoridades más seguridad.
“En cuanto a la seguridad, por ahora es buena, pero le pedimos a las fuerzas armadas que incrementen sus esfuerzos, sobre todo en la frontera, para evitar que se venda de forma ilegal nuestra riqueza en el extranjero”, señala, en referencia al pulso entre el este y el oeste por el control del petróleo.
En la misma línea se pronuncia Ghada Netfeh, ingeniera en la Compañía Nacional Eléctrica, quien cree que los cortes habituales de suministro de energía se deben “a las dificultades para financiar créditos que permitan comprar el equipamiento y los repuestos” que son necesarios.
Una lógica similar a la que emplea el mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte del este de Libia.