ATENAS.- Ocho años después de la firma del primer rescate, Grecia registra por primera vez índices macroeconómicos positivos, pero los monumentales estragos que dejó una draconiana austeridad, sin precedentes en Europa, apuntan a que el proceso de recuperación será muy largo.
En 2017, la economía registró un crecimiento real del 1,4 %, gracias sobre todo al repunte de las exportaciones, y Grecia experimentó un superávit primario (excluye el pago de intereses de la deuda) del 4,2 %, una cifra récord que superó con creces los objetivos marcados con los acreedores (1,75 %).
Además, generó un superávit presupuestario del 1,4 %, algo impensable hasta hace poco, habida cuenta de que en el pico de la crisis, en 2011, el déficit alcanzó el 9,1 %.
Nadie pone en duda que estos datos son buenos, pero partiendo de la base de que en los ocho años de crisis Grecia perdió el 25 % de su producto interior bruto (PIB), todavía hay mucho camino que recorrer hasta lograr un crecimiento sostenible.
El coste social de los tres rescates no tiene parangón. El desempleo se disparó desde el 12,7 % en 2010 hasta el 27,5 % tres años después. Desde entonces los índices están experimentando una tímida recuperación (21,5 % en 2017).
Miradas bajo el microscopio, las cifras sin embargo demuestran que la mayor parte del empleo es precario: las contrataciones a tiempo completo disminuyeron desde el 79 % del total en 2009 al 44 % en 2017, mientras que los contratos “flexibles” aumentaron desde el 21 % al 56 %, señala a Efe Yorgos Aryitis, director del departamento de estudios del Instituto de Trabajo perteneciente al sindicato del sector privado, GSEE.