WASHINGTON. El Senado de EE.UU. debatía anoche la aprobación del texto final de la reforma impositiva promovida por el presidente, Donald Trump, que no será definitivo porque la Cámara Baja deberá votarlo de nuevo hoy.
El plan de los republicanos era aprobar ayer el proyecto de reforma fiscal en el Congreso para que mañana Trump pudiese ratificarlo con su firma en un acto en la Casa Blanca.
A primera hora de la tarde, la Cámara de Representantes aprobó con 227 votos a favor (todos republicanos) y 203 en contra (los demócratas y 12 votos conservadores) el texto que habían acordado en proceso de conciliación los republicanos de ambas cámaras.
Se trata de la mayor bajada impositiva desde la que promovió en 1986 el expresidente Ronald Reagan.
“Hoy es un gran día, no solo para la Casa Blanca, no solo para el Congreso, sino también para Estados Unidos”, aseguró en rueda de prensa la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, anticipando que el proyecto llegaría al escritorio de Trump esta misma noche.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, calificó el día de “histórico”, y afirmó que los republicanos están cumpliendo con su compromiso de “devolver a los estadounidenses su dinero”, ya que a su juicio, el actual código fiscal “castiga el trabajo duro”.
En un tuit posterior, el propio Trump felicitó a los líderes republicanos: “¡Felicidades a Paul Ryan, Kevin McCarthy, Kevin Brady, Steve Scalise, Cathy McMorris Rodgers y a todos los maravillosos republicanos de la Cámara que votaron a favor de recortar vuestros impuestos!”.
En este clima eufórico y cuando el debate ya había empezado en el Senado, los demócratas hallaron fallos técnicos en el texto aprobado por la Cámara Baja que tuercen los planes de los republicanos y que fuerzan un nuevo voto hoy por la mañana.
Si la votación sigue, ahora sí, de acuerdo con lo previsto, el presidente podrá ratificar el proyecto mañana tal y como tenía planeado y lograr su primer éxito legislativo desde que llegó a la Casa Blanca hace casi un año.
El texto fundamentalmente está dirigido a recortar impuestos a las grandes rentas y las empresas, reduciendo de forma significativa los aportes al fisco para las compañías de un 35 % a un 21 %, mientras que genera siete horquillas de pago fiscal para los individuos.
Además, según el cálculo de la Oficina independiente de Presupuesto del Congreso (CBO), la reforma que impulsan los republicanos sumará 1,45 billones al déficit nacional de Estados Unidos.