SANTO DOMINGO. El jonrón con bases llenas, el juego perfecto, la atrapada de cordón de zapatos, el doble play salvador, el ponche de out 27, todas estas hazañas figuran en el Museo de Cooperstown, una carrera que no es de home a primera.
Ser inmortal, firmar con estas letras “HOF” es tocar los dinteles de la gloria, con sobriedad y sin perreos.
El Salón de la Fama, localizado en Cooperstwn, un pobladito de la Ciudad Desnuda, Nueva York, es un museo semi-oficial dirigido por entidades privadas que sirve como punto central para el estudio de la historia del béisbol en los Estados Unidos y en el mundo. También tiene como funciones la exhibición de importantes objetos relacionados con este deporte, así como la realización de actividades encaminadas a honrar a las personas que se han destacado como jugador, dirigente o propulsor de béisbol.
Cuando se menciona el “Salón de la Fama de Cooperstown” en artículos y conversaciones, se hace referencia sobre todo a la lista de homenajeados, más que al museo. El lema del Salón es: “Preservar la historia, honrar la excelencia, conectar generaciones”.