Panamá .- Manuel Antonio Noriega, el que fuera hombre fuerte de Panamá, murió este lunes a los 83 años como lo han hecho pocos dictadores latinoamericanos del pasado siglo: apestado en su país, condenado por la justicia y después de pasar casi tres décadas en distintas prisiones.
Solo le salvó de morir en la cárcel el tumor cerebral que le obligó a ser tratado las últimas semanas de vida en un hospital de Ciudad de Panamá.
Han pasado más de 27 años de la última imagen de aparente dignidad que se le recuerda a Noriega: el día en que, vestido con su uniforme militar, bajo el que gobernó de facto Panamá durante seis interminables años (1983-1989), se entregó a las tropas de Estados Unidos, su otrora aliado, después de la invasión que causó la muerte de miles de personas.
Noriega escaló dentro de las fuerzas militares panameñas hasta llegar a lo más alto, desde donde apoyó al general Omar Torrijos, fallecido en un misterioso accidente de avión en 1981. A partir de entonces, Noriega, como jefe de los servicios de seguridad e inteligencia, se convirtió en el hombre fuerte de Panamá, el sobrenombre con el que se le conoció.
En abril de 2010 fue extraditado a Francia, donde fue condenado por blanquear dinero del narcotráfico. Un año después, Estados Unidos aprobó que fuese extraditado a Panamá, donde había sido condenado previamente en ausencia a 20 años por su implicación el asesinato de Spadafora.
El dictador panameño permanecía desde marzo en cuidados intensivos en estado crítico tras ser sometido a dos operaciones en menos de ocho horas y después de sufrir una hemorragia cerebral, según explicaron entonces su abogado y sus hijas. Meses después de ser extraditado desde Francia en 2011, se desveló que Noriega padecía un tumor cerebral.
Fuente: El País