Guadalajara, Jalísco, México .- Para algunos es considerado el Bob Dylan de la composición en español; otros dicen que es el musicalizador de sus vidas, amores y decepciones. Para alguien más, una leyenda de voz rasposa del existencialismo. Se trata de Joaquín Sabina, el cantautor que es inmune al olvido, que sigue cautivando a los que lo acompañan desde los años 70 y que también seduce a las nuevas generaciones.
Sabina cumplió, se instaló la noche de ayer en el Auditorio Telmex pese a los altibajos de salud que lo han obligado a ser más calmado en los conciertos para no ajetrear de más a su cuerpo de 68 años. La tarima fue simple, cinco pantallas gigantes cobijaron a su batallón de acordeones, cuerdas y percusiones.
Aplausos y chiflidos halagadores fueron las primeras reacciones de la audiencia que llenó 80% del recinto. Por un lado estaba Joaquín, él que venía a presentar su reciente disco, el décimo séptimo de su trayectoria, Lo niego todo. También estaba Sabina, el flaco, como él se autonombra, el que calmaría los deseos de los espectadores que pagaron para rasgarse la garganta con el ardor de 19 días y 500 noches, con la algarabía del Pirata cojo, que fue entonada por el guitarrista Pancho a medio recital.
De la capital tapatía, recordó sus primeros conciertos en el ahora Instituto Cultural Cabañas o en la Feria Internacional del Libro. Aseguró que en alguno de esos apenas llegó un centenar de personas, a las que eternamente estará agradecido.
Sabina recorría el escenario que recibiría más de 20 canciones. Temas como Y sin embargo, Noches de boda y Princesa también se sumaron al menú sonoro ofrecido por el cantante, que se confesó “tan andaluz como mexicano”.
Fuente: Informador.com.mx