Washington, 9 may (EFE).- James Comey, el republicano que Barack Obama nombró para dirigir el FBI y que sacudió la campaña a la Casa Blanca de 2016 al resucitar una investigación contra la demócrata Hillary Clinton a once días de la cita con las urnas, fue despedido hoy por el presidente de EE.UU., Donald Trump.
El Buró Federal de Investigaciones (FBI) dirigía en el momento de su destitución una pesquisa por los supuestos vínculos de la campaña de Trump con Rusia y por la presunta injerencia del Kremlin en los comicios de 2016, aunque el motivo de la Casa Blanca para su despido ha sido precisamente su manejo del caso Clinton.
Comey protagonizó un papel poco habitual para un director del FBI durante el proceso electoral, sobre todo desde que en julio cerró la investigación sobre el servidor privado para correos electrónicos que Clinton usó cuando era secretaria de Estado (2009-2013) con una reprimenda y sin presentar cargos contra la candidata demócrata.
Nacido hace 56 años en Yonkers (Nueva York) y doctor en jurisprudencia por la Universidad de Chicago, Comey se convirtió entonces en uno de los blancos favoritos contra los que Trump dirigía sus frustraciones durante su polémica campaña presidencial.
Todo cambió el 28 de octubre, cuando Comey reabrió la pesquisa por los correos -que finalmente volvió a quedar en nada- y se convirtió en héroe para Trump y en villano para Clinton, que luego lo culparía por su derrota ocurrida once días después.
Comey aseguraría más tarde sentir “náuseas” al pensar que su investigación a Clinton pudo impactar en el resultado de las elecciones.
Esa buena sintonía de Trump hacia Comey se evidenció el 22 de enero, cuando el flamante presidente le dio un abrazo que dio mucho que hablar al director del FBI durante una recepción en la Casa Blanca y bromeó que este se había hecho incluso “más famoso” que él.
Sin embargo, en marzo, durante una audiencia pública durante la investigación del Congreso por los vínculos entre la campaña de Trump y el Kremlin, Comey anunció que el FBI también investiga si hubo “alguna coordinación” entre Rusia y el entorno del actual presidente.
En esa misma audiencia, Comey también aseguró que no existen pruebas sobre la presunta interceptación por parte de Obama de las comunicaciones de Trump durante la campaña presidencial, algo con lo que el ahora presidente había insistido y aún no ha rectificado.
Su despido coincidió hoy con la revelación de que Comey ofreció el pasado miércoles, bajo juramento en otra audiencia ante el Congreso, datos erróneos sobre la investigación de los correos de Clinton.
Pero el Departamento de Justicia aclaró que el ya exjefe del FBI perdió su empleo por violar los principios del organismo al hablar públicamente sobre esa investigación y puso especial énfasis en el anuncio que hizo en julio de cerrar el caso.
Como director del FBI, cargo al que accedió en 2013, Comey provocó el enfado de Obama y el de Trump, pero también se enfrentó con el expresidente George W. Bush después de los atentados del 11 de septiembre del 2001 cuando era vicefical general de Estados Unidos.
El fiscal general de la época y jefe de Comey, John Ashcroft, autorizaba cada 45 días programas secretos de investigación bajo el código Stellar Wind con los que el FBI y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) rastrearon miles de llamadas telefónicas, correos electrónicos y direcciones de internet.
Comey, sin embargo, creía que estas prácticas violaban algunos de los pilares constitucionales.
El 4 de marzo de 2004, aconsejó a Ashcroft que no volviera a autorizar Stellar Wind, a lo que este accedió. Esa misma noche, el fiscal general sufrió una severa pancreatitis que dejó a Comey como jefe en funciones del Departamento de Justicia.
Bush ordenó entonces a dos de sus máximos colaboradores, su jefe de gabinete, Andrew Card, y su consejero Alberto Gonzales, que obtuvieran la firma de Ashcroft, que estaba en cuidados intensivos, para reiniciar el programa.
Ashcroft, no obstante, se negó a firmar un programa que calificó de ilegal y señaló a Comey como el responsable de tomar esa decisión al ser el fiscal general en funciones.
Ante ambas negativas, Bush firmó por sí mismo la reautorización la mañana siguiente, actuando como comandante en jefe y anulando todas las órdenes inferiores.
Pese a su despido, Comey podría aún desempeñar un importante papel en la investigación sobre los vínculos de la campaña de Trump con Rusia del Congreso, el mayor obstáculo que enfrenta el presidente para completar sus cuatro años de mandato, si de nuevo lo llaman a declarar.