Seúl, 4 may (EFE).- El desafío nuclear de Pyongyang ha logrado hacerse hueco en la campaña electoral surcoreana, tanto por el problema que sus pruebas armamentísticas plantean a la seguridad nacional como por el hecho de que el Gobierno resultante será clave para intentar solventar la actual crisis.
Pese a la enorme atención que genera el caso “Rasputina” (que forzó la destitución de la presidenta Park Geun-hye y el adelanto electoral), Corea del Norte se ha colado en el debate para las presidenciales del 9 de mayo a base de, literalmente, lanzar misiles (en abril ha disparado tres, dos desde que arrancó la campaña, el día 17).
La guerra que enfrentó a ambos países (1950-1953) o las posteriores dictaduras militares que vivió el Sur empiezan a ser un recuerdo lejano para muchos surcoreanos, especialmente los jóvenes, cada vez más desinteresados, según las encuestas, en una posible unificación con un vecino que les resulta ajeno.
Sin embargo, la creciente insistencia mostrada por Pyongyang desde 2016 en su apuesta por su programa nuclear y de misiles, unida a la llegada del nuevo presidente de EEUU, Donald Trump y sus alusiones a un ataque preventivo (que pondría en riesgo decenas de miles de vidas en el Sur), ha revivido temores en materia de seguridad.