Bruselas .- El mundo asiste a un renacer de los elementos del poder clásico: rivalidades geopolíticas y económicas reaparecen mientras surge un nuevo orden (o desorden) mundial. Los viejos aliados ya no lo son tanto: Estados Unidos ha dado hoy tres mensajes contradictorios sobre su papel en la OTAN, en entredicho después de una campaña electoral en la que Donald Trump ha dado sobradas muestras de desconfianza respecto a la Alianza y a Europa.
A su entrada en la cumbre, el nuevo secretario de Defensa, James Mattis, ha asegurado que “la OTAN sigue siendo fundamental” para Estados Unidos. Pero en privado, Mattis ha expresado a las claras al resto de ministros de Defensa que los Estados Unidos “no van a cuidar” de Europa más de lo que Europa cuida de sí misma. Al final de la cumbre, el mensaje estadounidense ha acabado perfectamente perfilado. Washington “moderará su compromiso” con la OTAN si los europeos no elevan el gasto militar. La amenaza está ahí.
“Si sus países no quieren ver a Estados Unidos reducir su nivel de compromiso con la Alianza, cada una de sus capitales debería mostrar apoyo a nuestra defensa común”, ha explicado Mattis, perfectamente consciente de la marejada que causa en el Viejo Continente la nueva retórica estadounidense. Más aún cuando la Casa Blanca busca desesperadamente normalizar sus relaciones con el Kremlin, y después de la dimisión fulminante de Michael Flynn como consejero de Seguridad del presidente Trump por haber mentido acerca de sus contactos con representantes rusos.
A pesar del evidente nerviosismo, la respuesta de la cúpula de la OTAN es ignorar el riesgo de un cambio de rol de Estados Unidos. Hierático y aparentemente ajeno al ruido que hay alrededor de la nueva Administración norteamericana, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, niega la mayor: “Estados Unidos ha expresado con palabras y con hechos su nivel de compromiso con la Alianza”. En juego está el nuevo relato, la nueva narrativa de la seguridad en el Atlántico Norte: Washington opta por un mensaje desafiante, frente al tono conciliador de la OTAN y de los socios europeos.
Tras casi una década de Gran Recesión, vuelve un mundo dominado por los parámetros clásicos del poder: el tamaño de la economía, el gasto militar, esas cosas. Europa, metida en serios problemas de toda índole, lleva unos años gastando en defensa mucho menos de lo que quiere Estados Unidos. En la cumbre de Gales, en 2014, los europeos se comprometieron a elevar ese capítulo hasta el 2% del PIB en un plazo de 10 años. Solo ahora la UE ha dado los primeros signos de querer atender a ese compromiso, bajo las amenazas de Estados Unidos. Pero solo cuatro países alcanzan ese 2%: Grecia, Reino Unido, Estonia y Polonia. El gasto agregado de Europa sigue muy por debajo de ese listón. Si no crece con rapidez, habrá que ver si Washington hace realidad sus amenazas y en qué papel deja eso a la OTAN.
Fuente: El País