Santo Domingo .- Uno de los beneficios más importantes, quizás el que más, de la Ley de Cine, es que jóvenes con talento, historias que contar visualmente y sensibilidad, pueden llevarlas a la pantalla.
Es el caso de Yoel Morales, director, y Cristian Mojica, productor, de “Azul Magia”, película dominicana a la que le ha tocado inaugurar cinematográficamente este año 2017. Y qué bueno, porque ha sido una grata experiencia ver realizado un proyecto que llevó varios años de gestación.
Lo primero que hay que destacar de este trabajo es que los que integran Mentes Fritas, productora del filme, construyeron una obra con elementos que conocen. No quisieron hacer algo muy grande, que estuviera alejado de sus experiencias, un error que han cometido otros jóvenes cineastas dominicanos.
Es por esto que Morales y Mojica han echado manos de las cosas que les gustan: el cómic, el cine fantástico, el ánime y la mitología del campo dominicano, específicamente el de San Cristóbal. Es por esto que estamos ante una película de autor, algo que no siempre puede decirse de una producción local.
La historia de mundos paralelos, de dimensiones, no es nueva. Las películas de Marvel o “Warcraft”, por citar dos ejemplos cercanos en tiempo, han hecho historias en las que se ven estos elementos pero Mentes Fritas ha sabido cómo adaptarlo a una producción dominicana sin que se vea forzada.
Las actuaciones se encuentran en buen nivel. Con un reparto encabezado por Esmailyn Morel, en el papel Moisés, hace un buen trabajo como el chico que ha de realizar la fantástica encomienda que le encarga su madre moribunda, con simpleza y naturalidad, una organicidad que ya había mostrado en su debut en el cine con “La lucha de Ana”, de Bladimir Abud.
Marselle Jiménez, quien se lleva de maravilla con la cámara, es Bel, la chica que viene de la otra dimensión. En la escena del río recuerda, con su cuerpo y la plácida expresión de su rostro, a una ninfa de los bosques de la mitología griega.
En el punto contrario, drámatica y convincente actuación de Ruth Emeterio, como la madre, quien solo con su rostro muestra el dolor de una enfermedad (que no se menciona cuál es, pero tampoco hace falta) muy bien, con un maquillaje que la ha hecho ser mayor bien logrado. De igual manera, Mario Núñez, como el campesino que conecta a la audiencia con los hechos, está en su punto.
La fotografía, de Francis Adamez, está muy bien lograda, y no porque busque ser preciosista, sino porque muestra el color y encuadres correctos, que funcionan a la perfección lo mágico de la historia. Al igual que la musicalización, de Tiziano Fajardo y Maryam De Soto, en perfecta consonancia con la trama.
Pese a fallos propios (la escena de la pelea) de las primeras veces, “Azul Magia” es un encantador experimento cinematográfico que demuestra la capacidad creativa de los jóvenes cineastas locales.
Fuente: Listín Diario