El Papa Francisco encontró ayer tarde a las autoridades políticas, a los representantes del mundo de la cultura y del cuerpo diplomáticao en el Palacio Presidencial de Erevan, donde previamente se había entrevistado en privado con el presidente Serzh Sargsyan que le presentó a sus familiares y a quien el Pontífice regaló una medalla conmemorativa de su viaje que reproduce la imagen de san Gregorio el Iluminador.
En su discurso, que reproducimos a continuación, el Santo Padre rindió homenaje al pueblo armenio que “incluso en los momentos más trágicos de su historia, siempre ha encontrado en la cruz y en la resurrección de Cristo la fuerza para levantarse de nuevo y reemprender el camino con dignidad” y auguró que el 25 aniversario de la independencia de Armenia fuese una ocasión propicia para reunir y coordinar las energías, con el fin de promover un desarrollo civil y social del País, justo e inclusivo que inaugure en el país una época de nuevo renacimiento”.
“Es para mí un motivo de gran alegría estar aquí y pisar el suelo de esta tierra armenia tan querida; visitar un pueblo de ricas y antiguas tradiciones, que ha testimoniado valientemente su fe, que ha sufrido mucho, pero que siempre ha vuelto a renacer, dijo el Papa citando a continuación la Oda a Armenia de Yeghishe Charents :«Nuestro cielo turquesa, el agua limpia, el lago de luz, el sol en verano y en invierno el fiero bóreas, […] la piedra de los milenios, […] los libros grabados con el estilo, que se convierten en oración» .
“Estas son algunas de las impresionantes imágenes que un ilustre poeta vuestro nos ofrece para entender la profundidad de la historia y la belleza de la naturaleza de Armenia –prosiguió- En pocas palabras se expresa el eco y la hondura de la experiencia gloriosa y dramática de un pueblo y su conmovedor amor por la patria”.
Después agradeció al presidente las palabras que le había dirigido en nombre del Gobierno y de los habitantes de Armenia, así como su amable invitación que ha consentido al Papa devolverle la visita que realizó el año pasado al Vaticano, cuando participó en la solemne celebración en la Basílica de San Pedro, junto con Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicós de Todos los Armenios, y Aram I, Catholicós de la Gran Casa de Cilicia, y Su Beatitud Nerses Bedros XIX, Patriarca de Cilicia de los Armenios, recientemente desaparecido.
“En aquella ocasión –rememoró Francisco- se recordó el centenario del Metz Yeghérn, el «Gran Mal», que azotó a vuestro pueblo y causó la muerte de una gran multitud de personas. Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia, inauguró la triste lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse como objetivo la aniquilación de poblaciones enteras. Es muy triste que, sea en este caso como en los otros dos, las grandes potencias miraban hacia otro lado”.
“Rindo homenaje al pueblo armenio, que, iluminado por la luz del Evangelio incluso en los momentos más trágicos de su historia, siempre ha encontrado en la cruz y en la resurrección de Cristo la fuerza para levantarse de nuevo y reemprender el camino con dignidad. Esto revela la profundidad de las raíces de su fe cristiana y el inmenso tesoro de consuelo y de esperanza que contiene. Teniendo ante los ojos los terribles efectos que en el siglo pasado causaron el odio, los prejuicios y el deseo desenfrenado de poder, espero sinceramente que la humanidad sea capaz de aprender de esas trágicas experiencias a actuar con responsabilidad y sabiduría para evitar el peligro de volver a caer en tales horrores. Que todos multipliquen sus esfuerzos para que en las disputas internacionales prevalezca siempre el diálogo, la búsqueda constante y auténtica de la paz, la cooperación entre los Estados y el compromiso inquebrantable de las organizaciones internacionales para crear un clima de confianza que favorezca el logro de acuerdos permanentes que miren hacia el futuro”.
El Santo Padre hizo hincapié en que la Iglesia Católica desea “cooperar activamente con todos los que se preocupan por el destino de la humanidad y el respeto de los derechos humanos, para que en el mundo prevalezcan los valores espirituales, desenmascarando a todos los que desfiguran su sentido y su belleza. A este respecto, es vital que todos los que confiesan su fe en Dios unan sus fuerzas para aislar a quien se sirva de la religión para llevar a cabo proyectos de guerra, de opresión y de persecución violenta, instrumentalizando y manipulando el santo nombre Dios”.
“En la actualidad, igual e incluso tal vez más que en la época de los primeros mártires –observó el Pontífice- los cristianos son discriminados y perseguidos en algunos lugares por el mero hecho de profesar su fe, mientras que en diversas zonas del mundo no se encuentra solución satisfactoria a muchos conflictos, causando dolor, destrucción y el desplazamiento forzado de poblaciones enteras. Es indispensable, por tanto, que los responsables del destino de las naciones pongan en marcha, con valor y sin demora, iniciativas dirigidas a poner fin a este sufrimiento, y que tengan como objetivo primario la búsqueda de la paz, la defensa y la acogida de los que son objeto de ataques y persecuciones, la promoción de la justicia y de un desarrollo sostenible. El pueblo armenio ha experimentado estas situaciones en primera persona; conoce el sufrimiento y el dolor, conoce la persecución; conserva en su memoria, no sólo las heridas del pasado, sino también el espíritu que le ha permitido empezar siempre de nuevo. Así pues, yo lo animo a no dejar de ofrecer su valiosa colaboración a la comunidad internacional”.
“Este año se cumple el 25 aniversario de la independencia de Armenia. Es un evento para alegrarse y una ocasión para rememorar lo conseguido y proponerse nuevas metas. Las celebraciones por este feliz aniversario serán mucho más significativas si se convierten para todos los armenios, en la Patria y en la diáspora, en un momento especial para reunir y coordinar las energías, con el fin de promover un desarrollo civil y social del País, justo e inclusivo. Se trata de vigilar constantemente para que no se dejen de cumplir los imperativos morales de una justicia igual para todos y de solidaridad con los más débiles y desfavorecidos. La historia de vuestro país está unida a su identidad cristiana, custodiada durante siglos. Esta identidad cristiana en vez de ser un obstáculo para una sana laicidad del Estado, más bien la reclama y la alimenta, favoreciendo participación ciudadana de todos los miembros de la sociedad, la libertad religiosa y el respeto a las minorías. La cohesión de todos los armenios, y el creciente esfuerzo por encontrar caminos que ayuden a superar las tensiones con algunos países vecinos, hará que sea más fácil lograr estos importantes objetivos, inaugurando para Armenia una época de auténtico renacimiento”.
“La Iglesia Católica, por su parte, a pesar de estar presente en el país con recursos humanos limitados, se complace en ofrecer su contribución al crecimiento de la sociedad, sobre todo con su actividad orientada hacia los más débiles y los más pobres, en el campo sanitario y educativo, y concretamente en el de la caridad, como lo demuestra el trabajo realizado desde hace veinticinco años por el hospital «Redemptoris Mater», en Ashotzk, las actividades del Instituto educativo a Ereván, las iniciativas de Caritas Armenia y las obras gestionadas por las Congregaciones religiosas”.
“Dios bendiga y proteja a Armenia tierra iluminada por la fe, por el valor de los mártires, por la esperanza, que es más fuerte que cualquier sufrimiento”, exclamó Francisco al final de su discurso.
Finalizado su discurso en el Palacio Presidencial el Papa se trasladó a Etchmiadzin para encontrarse en privado en la Sala del Trono con el Catholicós Karekin a quien entregó un cuadro de mosaico de la Virgen con el Niño realizado por el Estudio de Mosaico de la Fábrica de San Pedro, que reproduce un detalle del fresco descubierto en el año 2000 en la basílica romana del Ara Coeli.
Acabado el encuentro, el Catholicós presentó al Santo Padre una delegación de 45 obispos armenio apostólicos y el Papa firmó en el Libro de Oro de Etchmiadzin con esta frase: “He estado aquí con gram alegría, acogido como en casa en estos lugares santos y benditos. Doy las gracias de todo corazón y rezo al Señor para que bendiga Armenia y nuestro camino de cristianos hacia la plena comunión”.