“La gran aventura”: comentamos el filme con Samuel L. Jackson

Lima .- ¿Un niño de Finlandia de 13 años será capaz de salvar la vida del presidente de los Estados Unidos de América? Esa es la premisa de Jalmari Helander, director finlandés de “La gran aventura” y nueva estrella del cine nórdico que se dio a conocer gracias a “Rare Exports: A Christmas Tale” (2010), maliciosa versión de la Navidad que, para algunos comentaristas, infiltró el ácido estilo de la ochentera “Gremlins” de Joe Dante en el origen del mito de Santa Claus.

Con las apuestas comerciales al máximo nivel –debido, en parte, al éxito de “Rare Exports”–, Helander pretender repetir el plato en “La gran aventura”. En lugar de un Santa Claus de horror, esta vez el mito del primitivo cazador escandinavo, por casualidades del destino, termina salvando a un extraño presidente de la nación más poderosa del mundo. Por el lado de los finlandeses, tenemos a Oskari –el pequeño actor Onni Tommila, conocido por su participación en “Rare Exports”–, y por el lado norteamericano, nada menos que a Samuel L. Jackson.

Basta con sopesar la elección de Jackson –estrella de Hollywood asociada a los filmes de gánsteres– como un comedido presidente de los EE.UU. para entender el humor de la costosa producción finlandesa. En efecto, un tono fuera de moda se combina con acontecimientos casi fantásticos, mucho filo irónico y cierto romanticismo de viejo cuño. Helander parte de las ya viejas películas de acción de los ochenta y noventa, desde “Con Air”, hasta “Duro de matar”, pasando por cierto reflujo del cine para niños adultos de Spielberg –pensemos en “ET: el extraterrestre” e incluso en “Indiana Jones”–.

Entre las situaciones delirantes de “La gran aventura”, tenemos a Oskari en pleno bosque finlandés, creyendo que la cápsula de salvataje que ha caído en paracaídas del avión estadounidense es un ovni, y que en lugar de Samuel L. Jackson como el primer mandatario hay un extraterrestre dentro. También se verán frigoríficos voladores que servirán para proteger a Oskari y a William Alan Moore –el nombre presidencial del personaje Jackson–, ambos llevados en el aire por helicópteros y bombardeados por misiles terroristas de toda clase de poder y tamaño.

Pero no es menos cierto que el espectáculo, el humor y el candor, o las buenas intenciones, no lo son todo. Si Helander se ufanaba de la malicia exhibida en su anterior filme, le faltó humildad para medir sus alcances en el siguiente. Ni los terroristas malos que quieren secuestrar a Jackson/ Moore, ni los agentes de inteligencia militar –Victor Garber, Felicity Huffman, Jim Broadbent– son bien aprovechados. Se trata de villanos de papel y demasiado caricaturizados que cumplen la función de impulsar el lucimiento de la pareja protagonista.

Si hay algo a favor de la cinta es su falta de pedantería, pero el problema es que los momentos divertidos no llegan a rebalsar el aburrimiento de un espectáculo caro pero vacío. Y algunos apuntes críticos al machismo nórdico y a la hipocresía de la inteligencia de Estado del país americano son obvios y redundantes. Jackson y Tommila, ambos con el carisma y talento como para hacer convincente su amistad y complicidad, no son suficientes para hacer de esta una verdadera aventura.

Fuente: EL COMERCIO

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