La reorganización del gobierno enfatiza la urgente necesidad de cambios.
Las reformas en Arabia Saudita han tendido a avanzar a la velocidad del camello más lento de la caravana, si acaso. A cualquier concesión a los liberales se responde con una a los conservadores dentro del poder religioso del que la familia real al-Saud ha dependido para establecer su legitimidad desde la fundación del reino en 1932.
La energía que Mohammed bin Salman — de 30 años de edad, príncipe heredero de la corona e hijo favorito del rey — está ejerciendo sobre la reforma económica más ambiciosa hasta el momento, representa, por lo tanto, una desviación radical de la norma.
Después de reconocer que las finanzas públicas del reino son insostenibles y que es poco probable que ocurra un repunte del precio del petróleo que pudiera cambiar esa situación pronto, el príncipe bin Salman ha establecido planes para transformar la economía conocidos como “Visión 2030”. Los planes tienen el propósito de reducir gastos inútiles del gobierno, desarrollar la economía no petrolera y disminuir la dependencia de la población de los beneficios vitalicios. Impulsar la inversión del sector privado y la creación de empleos son parte fundamental del programa.
En apoyo a este proceso, el rey Salman bin Abdulaziz ha anunciado una amplia reorganización del gobierno. Algunos de los personajes más conocidos del reino han sido reemplazados. El más importante de ellos es Ali al-Naimi, ministro de petróleo desde 1995 y quien alguna vez fue un hombre con el poder de afectar los mercados mundiales con la más mínima declaración.
Su lugar, junto a una generación más joven de tecnócratas en otros departamentos, lo ocupa Khalid al-Falih, presidente de la compañía petrolera estatal Aramco. Es poco probable que el nuevo ministro mantenga la misma influencia sobre la OPEP y a nivel internacional que su predecesor. Pero ha aceptado con agrado el ambiente de bajos precios del petróleo como motor del impulso necesario para los cambios.
El efecto más amplio de la remodelación es consolidar la influencia del príncipe heredero de la corona sobre la burocracia y sobre los planes para ponerle fin a lo que él llama la “adicción al petróleo”. Hay peligros relacionados con la concentración de tanto poder en un solo hombre. Pero podría ser imposible introducir las reformas necesarias sin dicha concentración.
Las caídas previas del precio del petróleo han provocado rumores de cambios que simplemente se han olvidado cuando los precios se recuperan. Además, gran parte de la diversificación económica que ha ocurrido en los países del Golfo ricos en petróleo, incluyendo el desarrollo de las industrias transformadoras, ha sido financiada por los ingresos provenientes del petróleo. Abu Dabi, la cual tiene una riqueza per cápita mucho mayor que Arabia Saudita, ha tenido dificultades. Por otra parte, el vecino emirato de Dubai, ha diseñado una transformación durante los últimos 40 años que ha reducido casi totalmente su dependencia del petróleo, el cual en su momento aportaba hasta el 50 por ciento del PIB.
Lo que le da mayor credibilidad a los más recientes planes sauditas es el reconocimiento subyacente de los cambios estructurales en la industria del petróleo. Esto hace que sea poco probable que los precios se recuperen, incluso a niveles en los que el gobierno pueda equilibrar su presupuesto. Por supuesto, eso no hace que al público le sea más fácil digerir las propuestas más dolorosas que hay sobre la mesa.
Tampoco hace que las metas más ambiciosas establecidas en la Visión 2030 se vuelvan más realistas. Arabia Saudita es responsable del tercer mayor programa de adquisición de armas a nivel mundial. El príncipe bin Salman desea aumentar la producción local de armas del 2 por ciento actual a un 50 por ciento en 2030. El gobierno revelará más detalles en las próximas semanas de sus planes para alcanzar estos objetivos ambiciosos. Probablemente el reino no cumplirá muchos de ellos. Pero los cambios que ya están en marcha son un fuerte indicador de la seriedad de sus intenciones.
Por FT View (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved