Las políticas gubernamentales y las normas culturales impulsan la marcada brecha en el comportamiento.
Muchos de los participantes en los mercados financieros consideran los mercados emergentes como un bloque amorfo pero, en realidad, las diferencias entre países y regiones pueden superar con creces sus similitudes.
Un claro ejemplo de esto lo representan las tasas de ahorro de sus hogares. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la gente en Asia emergente típicamente ahorró un 41.5 por ciento de sus ingresos el año pasado, la tasa más alta del mundo.
En marcado contraste, las personas en Latinoamérica ahorraron solamente el 17.6 por ciento, y los africanos subsaharianos sólo el 13.7 por ciento.
Estos últimos pueden tener una válida excusa para su baja tasa de ahorro. Con un producto interno bruto (PIB) per cápita de sólo US$3,800 en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), un elevado número de africanos simplemente carecen de los medios para ahorrar.
Sin embargo, el típico latinoamericano no tiene tal excusa. Su ingreso per cápita según esta medida es de US$15,400, por encima de los US$10,600, la media del mercado emergente.
Quienes viven en lo que el FMI define como “Asia emergente y en desarrollo” son notablemente más pobres, ganando un promedio de US$9,900 en términos de PPA el año pasado. Sin embargo, su tasa de ahorro sobrepasa la de cualquier otro lugar en el planeta.
Estos patrones se mantienen básicamente a través de sus respectivas regiones. Las tasas de ahorro son más altas en 12 de las 13 mayores economías emergentes de Asia que lo que son en cualquiera de los ocho países más poderosos de Latinoamérica.
Como tales, algunos creen que la explicación para el comportamiento divergente es en gran parte cultural.
“Siendo indio, cuando creces en una economía de escasos recursos aprendes a preservar los recursos y a ahorrar”, comentó Rahul Chadha, director general de inversiones de Mirae Asset Management.
“Una opinión sobre el asunto es que todo es cultural”, dijo Neil Shearing, economista principal de mercados emergentes de Capital Economics, “que los latinoamericanos viven el momento y que los asiáticos son todos muy diligentes y trabajadores, y tienen una tendencia natural a ahorrar”.
Sin embargo, el Sr. Shearing también declaró que tal respuesta pudiera ser demasiado simplista e incorrecta.
El Sr. Shearing considera que un influyente factor de mayor importancia es el nivel de provisión de beneficios sociales por parte del Estado, lo cual resulta en que muchos asiáticos elijan ahorrar más para compensar las relativamente deficientes redes de protección social comunes en la región.
Brasil, por ejemplo, tiene una “amplia red de protección social y un sistema de pensiones en el que se tienen que hacer contribuciones casi mínimas a cambio de una pensión digna”, declaró el Sr. Shearing.
Las tasas de reemplazo de Brasil — las cuales miden el ingreso de un individuo después de la jubilación relativo a su salario antes de la jubilación — “están entre las más altas del mundo y son financiadas por el gobierno. En Asia, las redes de protección social son mucho más pequeñas”, agregó el Sr. Shearing.
Marios Maratheftis, economista principal de Standard Chartered, está de acuerdo, argumentando que en India, Indonesia y China, una gran cantidad del ahorro de los hogares es “precautorio”, y que no existiría si estos países tuvieran mejores sistemas de salud y de pensiones financiados por el Estado.
En cuanto a Latinoamérica, el Sr. Maratheftis cree que un continente notorio por “una historia de alta inflación que ha eliminado el ahorro” es poco probable que sea uno donde los altos niveles de ahorro se hayan convertido en la norma.
La cuestión de si una tasa alta o baja de ahorro es o no preferible — y por lo tanto cuál continente tiene un modelo mejor — probablemente se reduce a una opinión personal.
El Sr. Shearing señaló que un nivel mínimo de ahorro interno es necesario para financiar la inversión, a menos que un país opte por depender de financiación extranjera, la cual conlleva el mal hábito de evaporarse justo cuando más se necesita.
Las desventajas de tener un Estado de beneficios sociales al estilo brasileño también son evidentes en la actualidad, con el Gobierno Federal luchando por encontrar los recortes de gastos que se consideran necesarios para hacerle frente al déficit presupuestario — actualmente de más del 10 por ciento del PIB — teniendo en cuenta que alrededor del 95 por ciento del gasto público, en áreas tales como las pensiones y la educación, está asignado por la constitución.
Dada la mezcla de ahorros de pensiones relativamente bajos, pero de provisión de pensiones relativamente generosa del país, con el déficit cubierto por el gobierno, quizás no es sorprendente que el sistema de pensiones de Brasil sea ampliamente percibido como en camino hacia el colapso.
Allianz clasificó a Brasil como el segundo país con el sistema de pensiones menos sostenible de entre 50 países en 2014 (solamente mejor que el de Tailandia), mientras que, el año pasado, Mercer lo clasificó como el tercero menos sostenible (por delante de Italia y Austria) entre 25 Estados.
El Sr. Shearing va más allá, argumentando en contra de los Estados de beneficios sociales al estilo brasileño en los que las personas que más se benefician tienden a ser de las clases media y alta, quienes tienen buenas pensiones”.
Por otra parte, es probable que China tuviera más éxito en su continuo esfuerzo para reequilibrar su economía —alejándola de la inversión y encaminándola hacia el consumo — si reforzara su sistema de bienestar social, reduciendo así la necesidad de que los hogares ahorren como medida precautoria.
Una visión alternativa sería que, en un mundo cada vez más globalizado y materialista, los asiáticos más jóvenes comenzaran a comportarse más como sus contrapartes en el resto del mundo, independientemente de las políticas gubernamentales.
El Sr. Chadha indicó que él no está convencido de que sus propios hijos o sus nietos tendrán el mismo deseo de ahorrar como lo tuvo su generación en India, mientras que sus colegas chinos más jóvenes también parecen estar rechazando la tendencia.
“Me sorprende cuánto gastan. Ellos tienen una perspectiva diferente frente a la vida”, declaró el Sr. Chadha.
Por Steve Johnson (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved