WASHINGTON. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, estudia dar un paso al frente e invocar la Carta Democrática para forzar a que los 34 países miembros del organismo tengan que abordar la situación de Venezuela, un espinoso tema que han evitado durante años.
Una delegación de la oposición venezolana le entregó hoy documentación sobre la “crisis política, social e institucional” que vive hoy una Venezuela “sin división de poderes, con 115 presos políticos y en escasez de alimentos y medicinas”.
Almagro les pidió información adicional y analizará en los próximos días si hace lo único que está en su mano como secretario general para forzar el debate venezolano en la OEA: invocar el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana.
En caso de que en un Estado miembro se produzca “una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático”, indica el artículo, “cualquier Estado Miembro o el secretario general podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente”.
Que Almagro decida dar este paso es la única esperanza de la oposición para que sus denuncias se aborden en la OEA, porque solo los Estados miembros pueden pedir un Consejo sin recurrir a la Carta Democrática y en estos momentos ninguno parece dispuesto a enfrentarse de esa manera al Gobierno venezolano, según todas las fuentes diplomáticas consultadas por Efe.
“Hoy recibí a una delegación de la Asamblea de Venezuela, que solicitó que la OEA observe el referendo revocatorio y facilite el diálogo institucional. Los legisladores me entregaron una carta en la que me solicitaron que actúe para superar la actual crisis institucional”, explicó Almagro en una breve declaración escrita tras el encuentro con la oposición.
Un elemento clave a la hora de decidir dar o no el paso de invocar la Carta Democrática es saber si hay apoyos suficientes entre los Estados miembros para que la OEA aborde, por primera vez, la situación de Venezuela.
Los equilibrios políticos, que son los que decantan las votaciones en un Consejo Permanente donde cada uno de los 34 embajadores tiene un voto, están cambiando en el continente y Venezuela ya no tiene la hegemonía de la que disfrutó durante años.
Como pudo comprobarse en la votación sobre la crisis fronteriza con Colombia del año pasado, Venezuela ha perdido adeptos entre sus otrora leales socios del Caribe, un grupo numeroso de países que acostumbran a votar en bloque en muchas cuestiones.
“Hoy recibí a una delegación de la Asamblea de Venezuela, que solicitó que la OEA observe el referendo revocatorio y facilite el diálogo institucional. Los legisladores me entregaron una carta en la que me solicitaron que actúe para superar la actual crisis institucional”, explicó Almagro en una breve declaración escrita tras el encuentro con la oposición.
En el Consejo de la OEA cada país tiene un voto, independientemente de su tamaño, pero fuera de los caribeños, los aliados férreos con los que sigue contando Venezuela son Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
La esperanza de la oposición es que la crisis política en Brasil arroje pronto un nuevo Gobierno contrario al de Venezuela, algo que se sumaría al reciente cambio de Gobierno en Argentina con Mauricio Macri, otro país clave que perdió Venezuela.
“Hablemos claro, durante 17 años (el fallecido presidente) Hugo Chávez generó mecanismos de ayuda internacional a través de Petrocaribe y la Alianza Bolivariana que permitieron que muchos países se beneficiaran de la renta petrolera venezolana, pero ahora se acabó el dinero y se está acabando el amor”, señaló el diputado Luis Florido.
Aunque la tendencia política en el continente no sople a favor de Venezuela, una cosa es desaprobar la situación del país en privado y otra muy distinta dar el paso de denunciar la crisis de otro país en el seno de la OEA.
El único que parece estar dispuesto a arriesgar es Almagro, que anunció desde el principio que sería un secretario general de un solo mandato precisamente para tener las manos libres en momentos críticos como este.
El excanciller uruguayo (2010-2015) no necesita, como le ocurrió a sus predecesores, medir sus pasos y sus palabras al milímetro para evitar molestar a alguien y asegurarse los votos de su reelección.
Además, en apenas un año ya ha dejado claro que no es un secretario general convencional y no ha dudado en opinar abiertamente de los temas más delicados del continente, como la situación venezolana o el proceso de destitución de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.
En sus manos está ahora que la OEA aborde la crisis venezolana en un Consejo Permanente donde se necesitarían 18 apoyos para aprobar gestiones diplomáticas y, de fracasar estas o impedirlas el Gobierno venezolano, se convocaría una Asamblea General donde serían necesarios dos tercios de los cancilleres para suspender a Venezuela del organismo, como se hizo tras el golpe de Estado de Honduras de 2009.
Ese escenario es poco probable, por una cuestión matemática de apoyos, pero el simple hecho de que la OEA llegara a abordar en un Consejo Permanente la situación de Venezuela sería ya un logro tanto para la oposición como para Almagro.
Cristina García Casado