CAMPO BASE MONTE EVEREST, Nepal. Cuando tembló el año pasado, y miles de toneladas de nieve y hielo rodaron por la montaña, algunos temieron que los alpinistas nunca regresarían al monte Everest.
Pero a pesar de un desastre tras otro en el Everest —el temblor del 2015 y la enorme avalancha un año antes— cientos de montañistas han regresado para una nueva temporada. Con ellos, llevan millones de dólares a esta nación afectada por la pobreza.
El campo base del Everest una vez más se convirtió en un pueblo con brillantes carpas de nylon y chozas para tomar el té. Zumba con comercios, senderistas que pasan la noche y montañistas que intentan llegar a la cima a 8.850 metros (29.035 pies) de altura.
Aunque la cantidad de senderistas en Nepal se redujo en un 40% comparado con el año pasado, según la Asociación de Agencias de Senderismo, la comunidad comercial lo sigue viendo como buenas noticias.
“Es mucho más de lo que habíamos esperado”, dijo Pemba Sherpa, quien está a cargo de una pensión en el pueblo Pheriche, a una caminata de un día del campo base. “Los alpinistas y senderistas que han llegado aquí están muy contentos, satisfechos con las condiciones de la montaña y ya no tienen miedo”.
Espera que el año pase tranquilamente: “Si hay problemas este año, entonces estaremos acabados. Todo terminará”.
La experiencia ha demostrado que siempre hay posibilidad para más problemas en el Everest. Más de 250 personas han muerto en la montaña, cuya cima primero fue conquistada por Tenzing Norgay y Edmund Hillary en 1953.
“Everest es el mismo y los riesgos que ahí estaban, ahí siguen”, dijo Ang Tshering de la Asociación de Montañismo de Nepal.
El gobierno ha emitido 289 permisos este año para alpinistas extranjeros, cado uno pagó 11.000 dólares por la oportunidad de llegar a la cumbre del Everest. Pasaran alrededor de dos meses en la montaña, acostumbrándose a temperaturas más bajas antes de sus intentos finales por llegar a la cima.
Han pasado años desde que la región del Everest ha estado realmente aislada. Miles de sherpas y nepaleses trabajan como guías y cargadores, o hacen todo desde rentar mulas hasta servir café caliente y comida casera en cafés y pensiones a lo largo del camino.
El dinero basta para persuadir a muchos guías sherpas a arriesgar sus vidas año tras año.
“Perdí a muchos amigos en los últimos dos años. Tengo miedo, pero no tengo otra opción”, dijo Lakpa Nuru, de 25 años, quién estaba en el campo base del Everest durante los dos desastres recientes. Aun así, regresó a trabajar este año en un intento por lograr su sexto ascenso.
El año pasado, los sherpas habían montado dos campos arriba del campo base cuando el terremoto desató una avalancha que rasgó la ciudad de carpas, enterrando a alpinistas y empleados. Diecinueve personas murieron, 61 resultaron lesionadas y las rutas preparadas con cuerdas y escaleras quedaron destruidas. Cuando los sherpas se negaron a reconstruir la ruta, la temporada se acabó.
Durante los últimos dos años, el gobierno ha implementado una serie de cambios, desde colocar a agentes en el campo base hasta crear un fondo de bienestar para las familias de los sherpas que perdieron la vida. Las medidas se tomaron en gran parte para convencer a los senderistas a regresar al Everest.( Por TASHI SHERPA, Associated Press)
El periodista de Associated Press Binaj Gurubacharya en Katmandú, Nepal, contribuyó a este despacho.