Los ancianos son muy vulnerables a los contaminantes ambientales; sin embargo, muy pocos estudios han evaluado los riesgos para la salud derivados del tabaquismo pasivo en adultos mayores.
Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Centro de Investigación Biomédica En Red: Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), en España, y la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (JHSPH), EE.UU., han analizado la relación entre la exposición pasiva al humo del tabaco y la probabilidad de padecer síndrome de fragilidad en ancianos.
Este síndrome tiene mucha importancia, porque aquellos que lo padecen (aproximadamente un 6% de los participantes del estudio) presentan un riesgo elevado de sufrir caídas, desarrollar discapacidad y dependencia, e ingresar en un hospital o residencia.
Utilizando los datos aportados por la National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES), la principal encuesta con examen de salud realizada en EE UU, los investigadores seleccionaron a 2.059 no fumadores de 60 años o más.
La exposición pasiva al humo del tabaco en estas personas se valoró midiendo la concentración en suero de cotinina, un biomarcador específico de exposición a la nicotina.
Paralelamente, se diagnosticó el síndrome de fragilidad por la presencia de, al menos, tres de los siguientes criterios: pérdida de fuerza, lentitud de la marcha, cansancio, reducida actividad física y bajo peso.
“El estudio confirma lo que esperábamos: al aumentar la exposición pasiva al humo de tabaco, también aumenta la frecuencia de fragilidad”, explica Fernando Rodríguez Artalejo, coautor del estudio.
Por otro lado, dado que los ancianos pasan mucho tiempo en casa, es probable que convivir con un fumador vaya acompañado de una mayor exposición al tabaquismo pasivo.
Por eso, los investigadores también han evaluado la relación del número de fumadores en el domicilio con el riesgo de fragilidad en el anciano, observando que este síndrome es especialmente frecuente si este convive con dos o más fumadores.
Este equipo internacional se ha asegurado, además, de que estos resultados no se deban a otras características propias de las personas mayores, como son la edad, el sexo o el padecimiento de enfermedades que se sabe, de antemano, que están asociadas tanto al tabaquismo pasivo como a la fragilidad.
“Este es el primer estudio que ha mostrado la relación entre tabaquismo pasivo y fragilidad y, por lo tanto, sus resultados deben ser confirmados en nuevas investigaciones. No obstante, apoyan que debe promoverse (por ejemplo, mediante campañas de concienciación) una mayor protección de los ancianos frente al humo del tabaco, especialmente en áreas que, como el hogar, no están reguladas por la legislación”, concluyen los investigadores. (Fuente: UAM)