¿Emitir moneda para impulsar la economía? ¿Por qué no?

ALEMANIA. Dinero caído del cielo. La metáfora alusiva a drásticas iniciativas de los bancos centrales orientadas a estimular las economías está ganando súbitamente popularidad.

La idea es simple: los bancos centrales liberan más divisas y se la entregan a la gente. A medida que ese dinero se gasta o se invierte, generará crecimiento económico y hará subir la inflación.

La noción es tentadora en un mundo en el que los bancos centrales luchan por impulsar la inflación y el crecimiento con las herramientas a mano: repetidos cortes de las tasas de interés, que ya están por debajo de cero, y programas extraordinarios de estímulo como la compra de bonos.

En momentos en que la economía mundial encara la amenaza de una deflación y la debilidad de los precios y los salarios compromete el crecimiento, el sonido de helicópteros arrojando bolsas de dinero comienza a figurar con creciente frecuencia en las discusiones de los economistas.

“El ‘dinero de los helicópteros’ puede ser la solución al llegarse al límite con las políticas anticonvencionales”, expresó Andrew Kenningham, de Capital Economics de Londres.

Al jefe del Banco Central Europeo Mario Draghi se le preguntó este mes acerca de la posibilidad de usar “dinero de helicópteros”, luego de que el banco anunciase nuevas medidas de estímulo, incluidas tasas de interés negativas y más compras de bonos diseñadas para estimular la inflación y el crecimiento.

“No hablamos ni pensamos en eso”, aseguró, agregando que se trataba de “un concepto muy interesante, que están discutiendo los académicos y del que se habla en distintos foros”.

El premio Nobel de economía Milton Friedman planteó la idea hace casi 50 años. Es parecida, aunque no lo mismo, que la expansión cuantitativa, como se describe a recursos empleados por bancos centrales como la Reserva Federal estadounidense, el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo desde la crisis financiera del 2007/2009.

Al aplicar la expansión cuantitativa, los bancos centrales compran bonos del gobierno en bancos comerciales. Pagan aumentando electrónicamente la cantidad de dinero que necesitan tener los bancos comerciales en el banco central. Cuando el balance sube, se crea más dinero.

Pero hay un problema. El dinero permanece en una cuenta de reserva. Si el banco se tambalea, o se muestra muy cauteloso a la hora de prestar, el banco central puede imprimir todo lo que quiere. El dinero nuevo, sin embargo, no llegará a manos de la gente.

La fórmula de dinero caído del cielo evita la dependencia de los bancos y busca hacer circular el dinero.

El dinero caído del cielo viene acompañado de garantías de que es una adición permanente al dinero circulante, a diferencia de la expansión cuantitativa, que los bancos centrales pueden suspender.

La emisión de moneda puede ser desastrosa si los gobiernos terminan dependiendo de ella o si los bancos centrales no se animan a conservarlo cuando no lo necesitan. Puede generar una hiperinflación, como ocurrió en Alemania en la década de 1920 o más recientemente en Zimbabue.

El momento de recurrir a esta solución es cuando la economía está tan débil que la inflación no es una preocupación.

En teoría, los bancos centrales pueden imprimir billetes y entregarlos a la gente. Los expertos, sin embargo, analizan en estos momentos cuál es la mejor forma de distribuir el dinero. El gobierno dispone un recorte de impuestos, emite más bonos, que el banco central se compromete a comprar, y en la práctica financia los recortes impositivos con nuevos billetes.

El expresidente de la Reserva Federal Ben Bernanke dijo que ese tipo de medidas “casi seguro que son un estímulo efectivo del consumo y por lo tanto de la subida de precios”.

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