Por primera vez desde que comencé a interesarme en estas cosas, un memorándum motivacional interno ha estado dando vueltas en línea no porque se considere malo, sino porque se considera bueno.
Lo escribió Joseph Mauro, director de ingresos fijos en Goldman Sachs en Londres, y fue enviado a los desmoralizados jóvenes empleados del banco con el propósito de evitar que se marcharan a afiliarse a nuevas empresas de Internet. “Toda persona joven en finanzas debería leerlo”, dijo efusivamente el titular de Business Week, el cual reprodujo el correo electrónico la semana pasada.
Fui al correo electrónico y hallé que superficialmente, por lo menos, tenía un par de cosas a su favor. “Basado en el número de ustedes que se extienden a conseguir espacio en mi calendario o tomarse un café conmigo . . . claramente hay ansiedad por todo el departamento”, comenzó.
El Sr. Mauro evidentemente ha dominado la primera lección de cómo comunicarse con los jóvenes subalternos: cuando la moral es mala, hay que decirlo. La única pena es cómo lo dice — el “se extienden” y “tomarse” un café está en desacuerdo en su airosa banalidad con la realidad de una discusión con un socio de Goldman sobre la carrera.
El Sr. Mauro entonces promete desistir de ofrecer consejos: “Yo sé que ustedes descontarán mis opiniones por prejuiciadas y fuera de contacto”. Ahí tiene razón — así lo harán. Hasta que más tarde lo echa a perder ofreciendo opiniones de todos modos, parece que también ha aprendido la lección número dos: los empleados jóvenes tienden a no creer ni estar de acuerdo con una sola palabra que uno dice.
En vez, ofrece una crónica de los caminos equivocados que siguió en su propia carrera y repite los consejos sin valor que le dieron a lo largo de ese camino. En el 2000, abandonó a Goldman después de sólo un año para afiliarse a una nueva empresa hasta que la burbuja del Internet se reventó. La estupidez del mal momento (con la sugerencia que abandonar a Goldman ahora por una nueva empresa sería igualmente estúpido) se ilustra con una serie de gráficos.
Esto muestra que ha aprendido la lección número tres: los jóvenes están hartos de palabras. Un correo electrónico compuesto mayormente de capturas de pantalla de Bloomberg (o imágenes o clips de video) tiene una mayor oportunidad de ser absorbido que caducas palabras de texto.
Entonces repite el consejo de un corredor de bolsa, quien dijo que los boletos de temporadas del club de fútbol de Fulham eran una apuesta más segura que Chelsea, y que Citi era más seguro que Goldman.
“Ahora él está en ventas”, informa alegremente el Sr. Mauro. Aquí está la lección cuatro: para poner al público de tu lado, es mejor burlarse de un tercero estúpido. Es un truco bajo pero siempre funciona; lo sé porque ha sido la base de mi carrera.
Hasta ahora en su vida, el único consejo que ha seguido el Sr. Mauro vino del fundador de la nueva empresa de Internet quien le dijo en el 2000: “Este negocio es un maratón. Tú has regresado al principio. Empieza a correr”.
A su vez, éste es el consejo que ahora les pasa a sus asociados: “Sigan corriendo”. Termina el correo electrónico: “Esto les dará algún contexto . . . cuando de vez en cuando reciban una sola línea de mi parte que simplemente pregunta: ‘¿En qué milla están?’”.
Al leer esto, me hice una pregunta relacionada: ¿en qué planeta está él? La respuesta es que él está en el planeta Goldman, donde todas las metáforas son masculinas y deportivas y sobre la resistencia. Y donde — a pesar de su afirmación de que nada será regalado desde arriba — se ofrecen consejos superficiales, con la indulgente expectativa que serán seguidos.
Si yo fuera un joven banquero de Goldman quedaría inafectado y desconcertado por el edicto de seguir corriendo. ¿A qué velocidad debo correr? ¿En qué dirección? ¿Está permitido descansar de vez en cuando y tomar un poco de agua? ¿Por cuánto tiempo tengo que seguir? ¿Por qué tengo que correr un maratón en primer lugar?
Me atrevo a decir que el Sr. Mauro estaba tratando de decir que se trata de un juego largo. Los mercados suben y bajan. La moral sube y baja. Las burbujas de inflan y se revientan. Las cosas que afectan una decisión ahora no duran.
Todo eso es verdad. Y es lo mismo que yo les digo a veces a mis hijos al empezar sus carreras, pero no me hacen caso. No porque me he olvidado de sazonar mi mensaje con capturas de pantallas Bloomberg, sino porque si uno tiene veintitantos años no hay ninguna ventaja en jugar un juego largo, y muchas en jugar uno más corto. Una carrera satisfactoria, para extender la trillada metáfora, no es tanto un maratón sino una serie de carreras de velocidad.
Pero ésta no es la principal razón por la cual el memorándum del Sr. Mauro es irredimible. Su mayor problema es que deja de obedecer la más importante lección de todas. Ésta dice que hay una relación inversa entre el número de personas a quienes se dirige un correo electrónico y su poder motivacional. Cuando se dirige a una audiencia masiva, el poder de un memorándum siempre será cero.
Mi consejo para el jefe de Goldman es el siguiente. Olvide los correos electrónicos. Comuníquese individualmente con cualquier asociado que desee conservar y tome un café. Dígales que son brillantes. Ofrézcales más dinero. Entonces los animará a seguir corriendo; pero sólo durante el tiempo que les convenga hacerlo.
Lucy Kellaway, (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved