Es necesario que las grandes compañías petroleras reinventen su futuro

Las grandes compañías petroleras internacionales se encuentran entre las instituciones más estables del capitalismo occidental. Royal Dutch Shell surgió de un negocio establecido en 1833. ExxonMobil y Chevron tienen sus raíces en la Standard Oil, la cual se constituyó en 1870. La compañía predecesora de BP fue fundada en 1909.

Las amenazas han ido y venido, y las grandes compañías petroleras han mantenido su papel fundamental en la economía mundial. Sin embargo, ahora enfrentan lo que posiblemente sea el mayor desafío de su historia.

El verdadero peligro no es la caída de los precios del petróleo durante el último par de años, lo cual ha puesto en riesgo el modelo de negocio de las compañías petroleras internacionales. Más bien, para durar otros cien años, necesitarán una reconsideración fundamental de sus operaciones y estrategia.

A lo largo de su historia, las grandes compañías petroleras prosperaron debido a dos ventajas competitivas. Suministraban el combustible que dominaba el transporte, y tenían acceso superior al petróleo crudo utilizado para hacer esos combustibles. Actualmente, ambas están en peligro.

En cuanto a la oferta, las grandes compañías ya no están en posiciones privilegiadas como productores de petróleo crudo. El auge del esquisto estadounidense estuvo encabezado por pequeñas y medianas empresas que aprendieron más rápidamente y fueron más ágiles que sus rivales más grandes. Sus reservas de esquisto son altamente competitivas ante los megaproyectos de las grandes compañías petroleras, tales como los yacimientos en aguas profundas o en las arenas petrolíferas de Canadá.

En cuanto a la demanda, las promesas hechas por los gobiernos en las negociaciones sobre el clima en París para reducir las emisiones de dióxido de carbono impedirán el crecimiento del uso de los combustibles fósiles, incluyendo el petróleo.

Los avances en la tecnología de las baterías implican que a mediados de la década de 2020 los vehículos eléctricos podrían tener un impacto importante sobre la demanda de petróleo. La reconfortante suposición en las salas de juntas de las compañías petroleras de que el desarrollo económico inevitablemente provocará un constante aumento del uso de sus productos podría ser errónea.

Es muy probable que los precios del crudo aumenten nuevamente por encima de los US$100 por barril. La dependencia mundial del petróleo del Medio Oriente implica que las alteraciones causadas por conflictos son siempre un riesgo. Pero una estrategia que funcione sólo en ese caso es un camino a la ruina.

Las grandes compañías petroleras han estado trabajando duro para adaptarse a un mundo con un precio del crudo de US$50 por barril, eliminando miles de puestos de trabajo, y recortando sus presupuestos de inversión. Sin embargo, aún es una cuestión pendiente si van a ser capaces de financiar los nuevos proyectos que necesitan para evitar desaparecer.

Una respuesta es aprovechar la oportunidad que se presenta en la política climática. Las grandes compañías petroleras son también compañías de gas, y aún existe un enorme potencial para reducir las emisiones de dióxido de carbono si se cambia de la generación de energía a partir de carbón a la generación de energía a partir de gas.

Otra vía de escape sería invertir más en energías renovables, aunque el historial de diversificación por parte de las compañías petroleras es generalmente funesto.

La otra respuesta podría ser que las grandes compañías petroleras se conviertan en grandes productores de esquisto, aprovechando la agobiante carga de deuda que afecta a sus rivales estadounidenses más pequeños. Ya Exxon y Chevron son los perforadores más activos en la cuenca Pérmica del oeste de Texas. Pero una vez más, el historial de las compañías multinacionales que tratan de competir con las independientes ha sido deficiente.

Las grandes compañías petroleras han demostrado ser adaptables en el pasado, sobreviviendo desafíos tales como la desintegración anticompetitiva de Standard Oil en 1911 y la oleada de nacionalizaciones de los miembros de la OPEP en la década de 1970. Los inversionistas necesitan estar convencidos de que la actual generación de ejecutivos enfrenta una prueba aún mayor que la que ellos enfrentan hoy en día.

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