Finalmente Kanye West ha reconocido que es humano. Ocurrió este miércoles. La declaración fue breve, lo que permite un tuit. “Mi enemigo número uno es mi ego… Solo hay un trono y es de Dios…”. Con puntos suspensivos al final, porque 140 caracteres nunca son suficientes para West, un artista que utiliza las redes sociales (o mejor dicho Twitter, la única que tiene) de un modo único. Mientras que la mayoría de artistas las aprovechan de una forma puntual, y enfocadas en lo profesional, Kanye ve en su teclado un altavoz con el que predicar sobre todos los temas. En las últimas semanas ha provocado incendios al ritmo que tuiteaba, con una media de 40 mensajes al día. Desde defender la inocencia de Bill Cosby o debatir sobre el precio de los libros de texto a compararse con el apóstol Pablo, “el mensajero más poderoso del siglo I”, que da nombre a su nuevo disco, The Life Of Pablo. O pedirle a Marck Zuckerberg dinero para convertir su marca Yeezy en una de las grandes de la moda y luego soltar que quiere ser el director creativo de Hermès. Todo cabe en uno de los timelines más prolíficos.
El lanzamiento simultáneo del disco y la colección de ropa desató a su “gran enemigo”. Respecto al álbum, proclamó que era “el mejor de todos los tiempos”. Después de jactarse de conseguir “10.000 retuits en medio segundo”, tuvo que puntualizar que The Life Of Pablo es un homenaje a los más grandes, como Marvin Gaye o Michael Jackson. El arranque de modestia duró poco. Tocaba hablar del desfile de Yeezy, en el Madison Square Garden. “Hemos vendido las entradas en 10 minutos”, presumió, y no dejó de tuitear fotos de los vips que acudieron a su llamada, como Anna Wintour o Naomi Campbell.
Coincidiendo con los estrenos se publicó que West ambicionaba convertirse en uno de los grandes del diseño mundial y que había pedido 100 millones a Bernard Arnault, presidente del conglomerado del lujo LVMH. De nuevo lo explicó por Twitter. “Os escribo esto mientras tengo una deuda de 53 millones. Rezad para que lo supere, soy sincero de corazón”. Diez minutos después le pedía a Mark Zuckerberg los 100 kilos “para invertir en las ideas de Kanye West… si te has dado cuenta que es el artista más grande vivo y de toda la historia”. El dueño de Facebook no respondió a quien se lo pedía desde la competencia.
Cuando The Life of Pablo se escuchó por primera vez en el desfile, explotó la bomba. En uno de los temas, Famous, Kanye dice: “Yo hice famosa a esa zorra”. Se refiere a Taylor Swift, con la que lleva enfrentado desde los MTV de 2009. “Tuve una conversación de una hora con Taylor sobre la letra y le pareció divertida” o “zorra es un término adorable en el hip hop, como negrata” fueron algunas de sus excusas. En los Grammy, premios sobre los que West tuiteó que no acudirá hasta que no le prometan el premio al álbum del año, Swift lanzó un mensaje a las mujeres y sus representantes contaron que ella había prohibido a West que sacase una canción con tono misógino. Parecía que el rapero se iba a calmar hasta que se destapó con este mensaje: “La gente quiere que vuelva a tuitear, así que aquí van unos cuantos”. Marchando el primero para The New York Times, Rolling Stone y Pitchfork, después de que viesen la luz las primeras críticas del álbum. “No volváis a hablar de música negra”, exigió a estos medios. Lo increíble es que habían calificado su trabajo de obra maestra, y Pitchfork, que le había dado un 9 sobre 10, le comparó con Picasso.
El éxito no ha ayudado a relajar el incontrolable ego de West. Ha relanzado la plataforma de streaming Tidal, que ofrece su disco en exclusiva (tuiteó que jamás lo publicará en Apple), pero por otro lado ha batido récords de piratería, con más de 500.000 descargas ilegales registradas. Ha vuelto a poner de moda las cazadoras bomber y se le atribuye el aumento de un 30% en las ventas de la marca referente de estas, Alpha Industries, que luce. Lo mismo con Adidas. Más allá de su soberbia o de la posibilidad de influir en casi 19 millones de mentes, su número de followers, Twitter evidencia el control absoluto que Kanye West ejerce sobre su carrera. Cuesta imaginar que una discográfica o un representante controle a alguien que hace subir el pan cada vez que se manifiesta. Pero el miércoles el pirómano de Chicago, por iniciativa propia o tras ser asesorado, quiso sofocar el fuego que le rodeaba y estaba a punto de quemarle. “Un hombre sabio debe ser humilde para reconocer que se ha equivocado y cambiar de opinión tras disponer de nueva información”.
Fuente: El País