Reducir los ruidos generados por el motor en el interior de los vehículos o mejorar la calidad del audio en las teleconferencias o del que escuchamos a través de unos auriculares. Estas son solo algunas de las múltiples aplicaciones de lo que se conoce como Control Activo de Ruido (CAR), tema de la tesis de Jorge Lorente, doctor por la Universitat Politècnica Valencia (España). Gracias a este trabajo, Lorente fue galardonado la semana pasada con el Premio Joven Investigador de La Ribera, en la undécima edición del Premio Científico-Técnico Cuitat d’Algemesí. El premio está dotado con 1.500 euros.
La tesis de Jorge Lorente fue dirigida por los investigadores del Grupo de tratamiento de audio y comunicaciones del instituto iTEAM de la UPV, Alberto González y Miguel Ferrer. Su trabajo se basa en el estudio e implementación de ciertos algoritmos adaptativos utilizando las tarjetas gráficas (GPUS – Graphics Processing Unit) para paralelizar su procesado. Para ello ha diseñado dichos algoritmos de modo que su implementación GPU sea eficiente, aplicándolos principalmente en Control Activo de Ruido (CAR), pero también en ecualización adaptativa e identificación adaptativa de canales acústicos.
“El Control Activo del Ruido se puede utilizar para cancelar ruidos, como por ejemplo el generado por el motor en el interior del vehículo. También se puede implementar en trenes o aviones donde los ruidos son más evidentes y molestos. En estos casos, se puede, o bien crear “zonas de silencio” concretas alrededor de los reposacabezas o bien atenuar el nivel de presión acústica del ruido de forma global, es decir, en todo el habitáculo. Este último objectivo no es fácil de conseguir y el diseño del sistema de control es muy complejo. Es aquí donde el uso de las GPUs puede cobra vital importancia, ya que puede ser una solución muy útil para afrontar estos sistemas multicanal masivos muy complejos que ofrecen mejores prestaciones”, explica Jorge Lorente.
En el caso del audio de las teleconferencias, los sistemas CAR, junto a otros sistemas como los de cancelación de ecos, permiten mandar al oyente una versión más nítida de la voz. Y en los auriculares, por ejemplo al escuchar música, los sistemas CAR se pueden utilizar para obtener una cancelación activa de los ruidos del ambiente y escuchar la música más nítida (si nos encontramos en ambientes ruidosos). De hecho ya venden auriculares con sistemas CAR integrados”, explica Jorge Lorente.
Por último, Lorente también aborda en su tesis la implementación de estos sistemas CAR usando redes de nodos acústicos.
Los sistemas de Control Activo de Ruido se basan en el principio de interferencias destructivas. Es decir, se trata de obtener una señal de referencia del ruido que se pretende cancelar para, aplicando un algoritmo adaptativo, generar una señal con la misma amplitud y en contrafase del ruido. “De este modo, en el lugar concreto donde deseas cancelar el ruido, una vez el algoritmo ha convergido, ambas señales (la de ruido y la que genera nuestro algoritmo adaptativo) se suman en contrafase y por tanto se cancelan”, explica Jorge Lorente.
Además de este premio, José Ramón Cabrero Antonino, del Instituto de Tecnología Química (UPV-CSIC), recibió un accésit, dotado con 500 euros, por su estudio sobre zeolitas y su aplicación como catalizadores en síntesis orgánica. El estudio lo realizó en colaboración con Antonio Leyva Pérez, investigador, y Avelino Corma, profesor de investigación del CSIC.
Igualmente, el jurado de esta undécima edición del “Premio Científico-Técnico Ciudad de Algemesí” decidió otorgar dos menciones de honor: la primera de ellas al doctorando Ximo García, por su trabajo para el uso de metanefros (riñones embrionarios) de origen animal como recurso potencial (xenotransplante), que podría suponer una solución al problema de la escasez de órganos disponibles. Este trabajo fue coordinado por el investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Animal, Francisco Marco.
La segunda de las menciones de honor fue para Luisa Liu Xu, por su trabajo final de grado sobre el uso de biochar -carbón obtenido mediante pirolisis a partir de biomasa vegetal- como sustitutivo de la turba en la formulación de sustratos para cultivo sin suelo. Esto representa un importante beneficio medioambiental ya que la explotación de las turberas y el uso de la turba genera, de manera directa o indirecta, importantes emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que el biochar es considerado un material rico en carbono que no emite gases y que, en determinadas circunstancias, incluso secuestra CO2. Este trabajo fue dirigido por los investigadores del Instituto Agroforestal Mediterráneo, Rosa María Belda y Fernando Fornes.
(Fuente: UPV)