PARÍS. Los principales países exportadores de petróleo son los mayores emisores por habitante de gases con efecto invernadero, una realidad que hasta ahora no parecen querer o poder cambiar.
“Hasta ahora los países exportadores han hecho todo lo posible, en particular los países del Golfo, para dificultar el progreso de los acuerdos internacionales sobre el clima” constata Patrick Criqui, economista especialista en energía.
“Globalmente, los países productores se comprometen a lo mínimo, por no decir a nada en absoluto” considera la fundación francesa Nicolas Hulot (FNH), en un análisis de los compromisos nacionales publicados por cerca de 180 países antes del inicio de la conferencia internacional sobre el clima de París (COP21).
Ante la presión mundial, algunos de esos países han suavizado sus posturas, explica Francis Perrin, presidente de estrategias y políticas energéticas, aunque en el fondo saben que tienen la llave de los hidrocarburos “consumidos por el mundo entero”.
Arabia Saudita, Catar y los Emiratos Árabes Unidos “no han asumido ningún compromiso cifrado” en términos de emisiones de reducciones de gases con efecto invernadero, resalta la FNH.
Venezuela, Nigeria y Angola no han publicado hasta la fecha ningún compromiso. Y Rusia, importante emisor de gases, anuncia simplemente un objetivo de mantener sus emisiones en su nivel actual.
La fuerte dependencia de los ingresos petroleros explica esa renuencia.
Para Venezuela representa el 96% de las exportaciones del país y más de la mitad del producto interior bruto (PIB), mientras que Nigeria obtiene el 70% de sus ingresos del oro negro.
Rusia, donde los hidrocarburos representan más de la mitad de los recursos presupuestarios, asegura que está dispuesta a mantener sus emisiones estables de aquí a mediados de siglo. Pero el gobierno apoya financieramente la explotación de nuevos yacimientos.
La renta petrolera es a menudo para esos países “un elemento de consenso social y político que no quieren modificar” asegura Perrin.
Muchos estados petroleros condicionan por otra parte sus acciones en el campo medioambiental a la ayuda financiera que se supone que tiene que llegar de los países ricos. Es el caso de Argelia, que quiere que el 27% de su matriz energética en 2030 provenga de fuentes renovables.
La mitad de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) son países en vías de desarrollo. Así que “para ellos como para los demás países en vías de desarrollo, las cuestiones de la lucha contra la pobreza, acceso a la energía, siguen siendo una prioridad y continuarán siéndolo durante largo tiempo” explica a la AFP Francis Perrin.
Gas y captura de CO2
El compromiso de los países petroleros depende por lo tanto también de sus márgenes de maniobra financiera, entre otras cosas porque las energías renovables reclaman importantes inversiones.
En ese sentido, los países del Golfo, los más ricos, han empezado a invertir en las energía alternativas, en particular la solar, aunque sin dejar de defender celosamente su economía basada en los hidrocarburos.
“Algunos se interesan también en la energía nuclear, que emite poco CO2, como Abu Dabi, que ya está construyendo centrales, Arabia Saudita o Egipto”, explica Perrin.
Emiratos Árabes Unidos prevé parar de exportar crudo en 50 años, y por el momento ha lanzado una gigantesca obra pública, Masdar City, una ciudad modelo de desarrollo durable. También tienen en proyecto la construcción de la mayor central solar del mundo, Shams-1.
Pero los estados petroleros recuerdan regularmente que, por el momento, las energías fósiles continuarán representado la parte esencial (75% en 2040, según la Agencia Internacional de la Energía Atómica) de la matriz energética mundial.
Una primera etapa de transformación consistiría en “hallar la manera de utilizarlos de la manera más inteligente posible” estima Perrin, mediante normas medioambientales más estrictas, y la reducción del uso de antorchas para quemar los fluidos residuales en los pozos.
El gas es también menos emisor de CO2 que el petróleo, y esos países están abocados a aumentar esa producción.
Los principales exportadores tienen los medios de invertir en esa transición y desarrollar una industria química y petroquímica “de bajo carbono que recupere y almacene CO2” estima Patrick Criqui.
Arabia Saudita es el primer país de Oriente Medio que lanzó un proyecto de captura y almacenamiento de carbono.