Promotores chinos y británicos están construyendo lujosos campos de golf. México y otros países están invirtiendo en una zona de desarrollo. Y Vietnam ha firmado un acuerdo para construir un hotel, siguiendo el ejemplo de hoteleros canadienses y españoles.
¡Bienvenidos a Cuba! Inversionistas europeos, asiáticos y latinoamericanos están mirando la isla caribeña y tratando de conseguir acuerdos antes que sus rivales estadounidenses, mientras los lazos entre La Habana y Washington se deshielan después de décadas de hostilidad.
Cuando John Kerry, Secretario de Estado de EEUU, abrió una embajada estadounidense en La Habana en julio, fue un hito en el camino hacia traer inversiones estadounidenses al país comunista. Ejecutivos estadounidenses han estado llegando a La Habana desde diciembre pasado cuando el Presidente Barack Obama dio señales del histórico acercamiento.
Desde el gobernador de Arkansas Asa Hutchinson y el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo hasta Penny Prizker, secretaria de comercio estadounidense, los funcionarios visitan a Cuba para impulsar el comercio en industrias como la agricultura, la educación y las telecomunicaciones.
Pero mientras muchos negocios están intrigados por la perspectiva de aprovecharse de un mercado virgen cercano, las empresas estadounidenses enfrentan obstáculos que no impiden a sus rivales internacionales.
Tom Daschle, ex líder mayoritario del Senado de EEUU y codirector de The Cuba Consortium, un grupo que ayuda a los negocios a navegar la apertura, dice: “Hay gran interés en hacer negocio con Cuba, pero hay impedimentos significantes, en particular la ley Helms-Burton.”
Carlos Gutiérrez, antiguo jefe ejecutivo de Kellogg y secretario de comercio bajo George W. Bush, quien este año les pidió a sus colegas republicanos que apoyaran la apertura, está de acuerdo que Helms-Burton, el embargo impuesto por el Congreso de EEUU, es un impedimento importante. “El presidente ha hecho prácticamente todo lo que puede por orden ejecutiva”, dice.
Pocos expertos esperan que el Congreso levante el embargo pronto, especialmente conforme EEUU entra en una temporada de elecciones presidenciales con varios candidatos republicanos, incluyendo a Jeb Bush y Marco Rubio, que expresan oposición a promover negocios que pudieran ayudar al régimen de Castro.
Así que, por ahora, los negocios estadounidenses están dirigiéndose a sectores que no están cubiertos por el embargo. Los estados agrícolas han estado presionando fuertemente para aflojar las barreras dado que EEUU ya tiene considerables exportaciones agrícolas a Cuba. “Podemos transportar ahí fácilmente”, dice Doug Keesling, quien cultiva trigo y otras materias primas en su granja de 3,000 acres en Kansas.
Pero una barrera clave de la que se queja la industria agrícola es una prohibición en la provisión de crédito y financiamiento para las exportaciones estadounidenses. EEUU vendió US$286 millones a Cuba el año pasado. Estimados de la Universidad de Texas A&M sugieren que las exportaciones agrícolas estadounidenses al país podrían llegar a US$1.2 mil millones al año si las regulaciones se relajaran y las barreras se levantaran.
El interés no se limita de ninguna manera al grupo de presión agrícola. Deere & Co, el fabricante de equipo agrícola, ha dicho que ve a Cuba como un mercado potencial, mientras que Airbnb abrió operaciones en abril. Lagunas existentes en la ley les han permitido oportunidades tanto a las empresas médicas como a las de telecomunicaciones.
En septiembre, el Sr. Obama relajó aún más las restricciones para permitir que los estadounidenses abrieran cuentas bancarias y que las empresas en algunas industrias, incluyendo las telecomunicaciones, abrieran oficinas y establecieran negocios en Cuba por primera vez. “Simplemente muestra cuánto se tiene que lograr cuando esto se ve como progreso”, dice el Sr. Gutiérrez.
Una empresa estadounidense de telecomunicaciones con tales ambiciones es IDT Corp. Llegó a un acuerdo en febrero con el operador nacional de Cuba para intercambiar tráfico de voz de larga distancia directamente. “Éste es nuestro punto óptimo, ya que nos enfocamos en satisfacer las necesidades de las comunidades de inmigrantes”, dice Bill Ulrey, un portavoz.
Entre las multinacionales estadounidenses observando los desarrollos está Coca-Cola. Convirtió a Cuba en una de las primeras naciones fuera de EEUU en tener una planta embotelladora pero se marchó en 1960 cuando el gobierno de Castro se apoderó de sus bienes. A principios de este año, un alto ejecutivo fue citado diciendo que el deshielo quería decir que en un futuro “esperemos no muy lejano”, la compañía podría restablecer su presencia.
Pero es fácil exagerar la escala de las oportunidades. En 2014, la economía cubana era sólo de $US77 mil millones, más pequeña que las economías combinadas de dos estados pequeños de EEUU, New Hampshire y Vermont.
Rachel DeLevie-Orie, especialista en EEUU-Cuba en el Consejo Atlántico, dice que el turismo sería un campo particularmente lucrativo ya que los operadores les venderían a norteamericanos acomodados que visiten a Cuba. En otras industrias, sin embargo, uno tendría “dificultades en encontrar ese tipo de riqueza”.
Pero añade que a pesar de los obstáculos, a los opositores del deshielo, como el Sr. Rubio, les seria “increíblemente difícil si no enteramente imposible” dar marcha atrás a las iniciativas, con encuestas que sugieren que la mayoría de los estadounidenses apoyan un fin al embargo comercial con Cuba. “No es algo que la mayoría de los estadounidenses apoyan y no es algo que la mayoría de los cubano-americanos apoyan”, dice ella.
Sam Fleming y Demetri Sevastopulo (c) 2015 The Financial Times Ltd. All rights reserved