El hecho de que un gran número de adultos en edad productiva creen que no pueden ganar lo suficiente para mantener a una familia es importante. En 2014, el 12 por ciento — cerca de uno de cada ocho individuos — de los hombres estadounidenses entre las edades de 25 y 54 años ni estaba trabajando ni estaba en busca de un empleo. Este porcentaje estaba muy cercano al índice italiano y era mucho más alto que el de otros miembros del grupo de los siete principales países de altos ingresos: en el Reino Unido, era 8 por ciento; en Alemania y Francia, 7 por ciento; y en Japón sólo 4 por ciento.
Durante el mismo año, la proporción de mujeres estadounidenses en edad productiva que ni tenía un empleo ni estaba buscando uno fue del 26 por ciento, prácticamente igual que en Japón y solamente menor que la de Italia. El comportamiento del mercado laboral estadounidense fue sorprendentemente insatisfactorio para los hombres y mujeres cuyas responsabilidades deberían convertir el ganar un buen sueldo en algo vital. Entonces ¿qué está pasando?
El debate en EEUU se ha concentrado en la disminución de las tasas de participación posterior a la crisis de los mayores de 16 años. Éstas cayeron de un 65.7 por ciento a principios de 2009 a un 62.8 por ciento en julio de 2015. De acuerdo con el Consejo de Asesores Económicos de EEUU, 1.6 puntos porcentuales de esta disminución fueron el resultado del envejecimiento y 0.3 puntos porcentuales lo fueron de la disminución de los efectos cíclicos. Esto deja alrededor de un punto porcentual inexplicado. El ex presidente del Consejo Alan Krueger de la Universidad de Princeton, sostiene que muchos de aquellos desempleados que han estado sin trabajo durante largo tiempo han dejado de buscar un empleo. De esta manera, el desempleo cíclico prolongado provoca la contracción permanente de la fuerza laboral.
Por lo tanto las tasas de desempleo pudieran reducirse por dos razones opuestas: la buena sería que las personas consiguieran trabajo; la mala sería que abandonaran la búsqueda.
Afortunadamente, en EEUU, la primera razón ha superado a la segunda desde la crisis. La tasa general de desempleo (sobre una base comparable internacionalmente) se ha reducido en 5 puntos porcentuales desde su máximo de un 10 por ciento en 2009. En definitiva, la proporción de la caída de la tasa de desempleo debido a una menor participación no puede representar más de una cuarta parte. El comportamiento del desempleo relativo estadounidense también ha sido bastante bueno: en septiembre de 2015, la tasa era similar a la del Reino Unido, y estaba un poco por encima de la de Alemania y la de Japón, pero muy por debajo del 10.8 por ciento de la eurozona.
Entonces, el comportamiento del desempleo cíclico estadounidense al menos ha sido aceptable según los estándares de países comparables. Sin embargo, como señala el Informe Económico 2015 del Presidente, el Reino Unido no experimentó disminución alguna en la participación en la fuerza laboral después de la Gran Recesión, a pesar de tener tendencias de envejecimiento similares a las de EEUU. Incluso en términos cíclicos, la disminución de la participación en EEUU es preocupante. Sin embargo, son las tendencias a largo plazo las que debieran ser todavía más preocupantes. Esto es particularmente cierto en el caso de los adultos en edad productiva.
En 1991, la proporción de hombres estadounidenses en edad productiva que ni tenían trabajo ni lo estaban buscando era de sólo un 7 por ciento. Por consiguiente, la proporción de posibles trabajadores que ha desaparecido del mercado laboral ha aumentado en 5 puntos porcentuales desde entonces. En el Reino Unido, la proporción de hombres en edad productiva fuera de la fuerza laboral sólo ha cambiado del 6 por ciento al 8 por ciento durante este período. En Francia, ha pasado del 5 al 7 por ciento. Así es que, supuestamente, los rígidos mercados laborales franceses han hecho un mejor trabajo para mantener a los hombres en edad productiva en la fuerza laboral que los flexibles mercados estadounidenses. Además, las tasas de participación masculina han estado disminuyendo en EEUU desde un poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que ha estado ocurriendo en relación con la participación de las mujeres en edad productiva no es menos impactante. En EEUU, la tasa de participación femenina aumentó robustamente hasta el año 2000, cuando se encontraba entre los líderes. EEUU es el único país del G7 que ha experimentado una disminución sostenida de la tasa de participación de mujeres en edad productiva desde entonces. Japón, el cual estaba muy rezagado en el pasado, se ha emparejado.
¿Qué podría explicar la medida en que los hombres y las mujeres en edad productiva se han estado retirando del mercado laboral estadounidense durante un largo período? Las comodidades de la ociosidad no pueden ser una explicación plausible debido a que EEUU tiene el sistema de bienestar social menos generoso de los países de altos ingresos. Unos altos salarios mínimos no pueden estar bloqueando la creación de empleos y, por lo tanto, persuadiendo a los trabajadores poco calificados a abandonar la búsqueda de empleo. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los salarios mínimos estadounidenses estaban un 20 por ciento por debajo de los niveles de los del Reino Unido en términos reales en 2014 y aún más por debajo de los generosos niveles en Francia. Además, EEUU todavía tiene el mercado laboral menos regulado de la OCDE.
Entonces, ¿qué podría explicar las tendencias? En el caso de las mujeres en edad productiva, la ausencia de servicios de guardería asequibles pareciera ser una explicación plausible. La sociedad aparentemente ha decidido que no quiere pagar para mantener a las mujeres en la fuerza laboral.
Otra posible explicación es que la flexibilidad del mercado laboral les permite a los empleadores sustituir a los jóvenes y a los de edad avanzada con trabajadores en edad productiva. EEUU tiene unas tasas de participación de personas de entre 15 y 24 años relativamente altas. También ha experimentado un gran aumento en la tasa de participación de personas mayores de 65 años, la cual se ha elevado de un 13 por ciento en el año 2000 a un 19 por ciento en el 2014. Este último porcentaje coloca a EEUU sólo detrás de Japón en el G7. Los bajos salarios mínimos y los altos costos de transporte para los trabajadores que viven en las crecientes conurbaciones estadounidenses también podrían hacer que el trabajo de bajos salarios no fuera rentable. Particularmente en el caso de los hombres, la cantidad de individuos con antecedentes penales creada por la encarcelación masiva también pudiera ayudar a explicar la dificultad de encontrar empleos y, por lo tanto, su salida de la fuerza laboral.
Por último, ¿es importante la disminución de la participación de los adultos en edad productiva? Sí, debe serlo: sí importa si un gran número de personas cree que no pueden ganar lo suficiente en el mercado laboral para mantener una familia; y sí importa si las madres pierden su conexión con el mercado laboral. El implacable descenso en la proporción de adultos estadounidenses en edad productiva en el mercado laboral indica una disfunción significativa. Merece atención y análisis. Pero también amerita acción.
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