“La siesta es el yoga ibérico”. Así retrataba Camilo José Cela este símbolo nacional que acabó seduciendo también a personalidades como Albert Einstein, Thomas Edison, Winston Churchill o al mismísimo Napoleón. Todos incorporaron a su rutina este sueño de medio día nada más descubrirlo. “Me ayuda a refrescar la mente y a ser más creativo”, decía el autor de la Teoría de la relatividad.
Dejando las opiniones del Nobel de Literatura a un lado, cabe decir que España y Latinoamérica no son los únicos rincones del planeta que incluyen la siesta en su lista de tradiciones. Esta palabra, que debe su nombre a la sexta hora romana -momento del día en el que se hacía una pausa para descansar y reponer fuerzas-, está presente en lugares como China, Taiwán, Filipinas, India, Nepal o países de África del Norte. “Quienes la practican no son ni mucho menos vagos. Estas culturas son las que mejor han leído la naturaleza humana del sueño”, asegura el doctor Juan Pareja, responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Quirón de Madrid.
Científicos y estudiosos del sueño se aferran al reloj biológico y al bajón que éste sufre entre las 13.00 y las 16.00 horas para justificar esa propensión innata a echar el cierre. “Después de comer el individuo tiene necesidad de dormir”, reitera Pareja. Pero ¿cómo ha de ser esta cabezadita para que cumpla el objetivo por el que los españoles la “inventaron”?
En un adulto, el sueño más reparador tarda en llegar unos 90 minutos. Para la psicóloga sanitaria Marina Fernández la siesta perfecta debe durar siempre menos: media hora. “Este tiempo es suficiente para recargar pilas y descansar el cuerpo y la mente sin entrar en un ciclo de sueño profundo”, argumenta Fernández. La experta compara este descanso de mediodía con el funcionamiento de un ordenador: “Cuando éste hiberna, se activa rápidamente en el momento de volver a usarlo. Si por el contrario lo apagamos, tarda mucho más en arrancar”.
Fue también el escritor de La colmena quien dijo que la siesta había que hacerse “con pijama, Padrenuestro y orinal”. Con él coincide el doctor Pareja: “Cada persona es un mundo, pero si como mejor se duerme es en la cama y a oscuras, adelante”. La psicóloga discrepa de estas afirmaciones y considera necesarios estímulos que animen al individuo a despertarse. “Es casi obligatorio programar una alarma”, defiende.
La siesta tiene que ser breve pero intensa, razón por la que hay que evitar la existencia de sonidos molestos en el espacio escogido para llevarla a cabo. “En un lugar con ruido, corremos el riesgo de despertarnos y entonces la siesta no habrá sido muy reponedora”, cuenta Fernández. Para ella, descansar en un lugar con la televisión o la radio encendidas es un error, algo en lo que coincide Pareja: “Lo importante es descansar. Hay algunos que prefieren recostarse en un sofá y que usan la monotonía del ruido de fondo como adormecimiento y hay otros que cuando se acuestan, se acuestan”.
Aunque es cierto que la necesidad de dormir a media tarde es una consecuencia natural del descenso de la sangre desde el sistema nervioso al sistema digestivo después de la comida, Pareja advierte de lo que los profesionales llaman la recuperación homeostática del sueño, factor por el que la siesta nunca ha de superar la hora. “Si una persona almuerza mucho, luego por la noche no tendrá hambre. Igual ocurre aquí. Cuando dormimos mucho por la tarde corremos el riego de no estar cansados por la noche”, explica el doctor. “Un individuo que padezca insomnio no puede dormir después del almuerzo bajo ningún concepto. No importa que el cuerpo se lo pida”, añade.
Pero ¿es realmente necesario dormir siesta? Tanto el doctor Pareja como la psicóloga Fernández coinciden cuando se les pregunta por este asunto: la siesta está llena de ventajas pero no es imprescindible. “Si la noche anterior hemos dormido el tiempo recomendado -entre siete u ocho horas-, no la necesitaremos para sobrellevar la tarde”, cuenta Fernández.
“En nuestro país no somos vagos o perezosos por echar la siesta, son los otros rincones de Europa los que están equivocado”s», reitera el doctor. El aumento de los índices decreatividad, concentración y atención -que se igualan a los que una persona experimenta a las 9.00 horas de la mañana, recién levantada-, el optimismo, las ganas o las fuerzas para sobrellevar lo que queda de día son sólo algunas de las razones por las que es muy recomendable echar esa cabezadita. “Es un momento de silencio, de desconexión”, dice Fernández.
William Charles Dement, un médico estadounidense pionero en las investigaciones en medicina del sueño y una autoridad internacional en temas como la privación del sueño, resumió al doctor Pareja la esencia de este sueño de media tarde en la dedicatoria de un libro: “Por favor sigan durmiendo la siesta. Hagan que cambien los otros”.
Dormir en las empresas
Bien es sabido que en Silicon Valley todo es diferente y el ejemplo más claro es Google. Allí, unas cápsulas blancas que parecen sacadas de películas de ciencia ficción y que, incluso, incluyen reproductores de música con sonidos relajantes, invitan a sus empleados a dormir cuando lo crean necesario.
Pareja y Fernández arropan esta iniciativa y ambos culpan al desarrollo industrial y a la jornada laboral actual de la mayoría de los trabajadores de haber destruido la siesta. “El ser humano en su estado natural tiene un sueño bifásico, no monofásico. Lo normal sería -si el sistema lo permitiese-, dormir siete u ocho horas por la noche y luego un ratito después de comer, en torno a las 15.00 horas. Por desgracia, la revolución industrial se lo ha cargado todo y muy pocos tienen la suerte de poder echar la siesta”, explica el responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Quirón de Madrid. Con él coincide Fernández, quien opina que la siesta está diseñada para un tipo de jornada laboral muy diferente a la actual.
TODOS GANAN. “Ojalá las empresas de todo el mundo copiasen a Silicon Valley y no a los países de Europa occidental, empeñados en que este descanso es de vagos”, dice el doctor. Según su criterio, tanto las compañías como los trabajadores saldrían ganando. Por un lado, las firmas verían incrementarse el rendimiento y la productividad de sus trabajadores, pues los niveles de concentración y atención de éstos después de haber desconectado alrededor de 30 minutos igualarían a los de una persona recién levantada. Los empleados, además de obedecer a su reloj biológico, volverían a sus tareas con más ganas, optimismo y fuerza.
El sueño de los más pequeños
Hoy en día, todavía muchas guarderías tienen por costumbre llenar una clase de colchonetas para que los más pequeños puedan descansar después del almuerzo, tradición que se está extinguiendo y que “no debería desaparecer”, reclama Pareja. “Los niños que están creciendo gastan mucha energía en estos procesos internos. Al principio, pasan la mayor parte del día durmiendo porque lo necesitan“, añade.
Para este experto, hasta los 11 o 12 años “es muy recomendable” que los menores descansen a media tarde. A esta edad, los más pequeños son capaces de llegar al sueño profundo con la siesta.
En cuanto a la hora a la que los niños han de descansar, el doctor recuerda que la propensión al sueño en ellos es más adelantada y han de echar la siesta una o dos horas antes que los adultos. “Para que por la noche se vayan a la cama a una hora decente, no deberían dormir después de las 17.00 horas“, aconseja. Además, Pareja alerta a los padres de que una vez llegan a la adolescencia es normal que, sin previo aviso, desaparezca el hábito de la siesta. “No hay de qué preocuparse”, sentencia.
Fuente: elmundo.es