La premio Nobel de Literatura 2015, Svetlana Alexándrovna Alexiévich, es una periodista y escritora bielorrusa nacida en Stanislav (hoy Ivano-Frankivsk), en Ucrania el 31 de mayo de 1948, y es la decimocuarta mujer en lograr este premio. Hija de un militar bielorruso y de madre ucraniana, Svetlana Alexiévich vivió desde pequeña en Bielorrusia, donde sus dos progenitores eran maestros.
Fue allí, en la capital bielorrusa, Minsk, donde en 1967 comenzó a estudiar periodismo y, después de licenciarse, se marchó a la ciudad de Biaroza, provincia de Brest, para trabajar como reportera en el periódico local y como maestra en la escuela. Tras años de dudar entre el periodismo o la enseñanza, tuvo la oportunidad de trabajar en un diario de Minsk, del que saltó a la revista literaria Neman para la que escribió reportajes, ensayos y narraciones.
Alexiévich considera al escritor Ales Adamovich como su principal maestro y figura clave en su carrera. Gracias a él se decantó finalmente por la literatura. Su contribución a ésta pasa por la llamada “novela colectiva” o “coro épico”, un género a caballo entre literatura y periodismo, donde la autora va yuxtaponiendo los testimonios individuales de sus entrevistas, con el que logra llegar al lado más humano de los acontecimientos. Un ejemplo de ello es su primera novela, “La guerra no tiene rostro femenino” (1983), donde a base de entrevistas y monólogos ahonda en el papel de la mujer rusa durante la Segunda Guerra Mundial y la postguerra. Ya en su libro “Pueblo” -con monólogos de personas que abandonaron sus lugares de origen- se ganó la fama de periodista disidente, anti-soviética, que le costó que el Comité Central de Bielorrusia del libro la cuestionara, además de ser amenazada con perder el trabajo por no pertenecer al partido comunista.
En “Los chicos del zinc” (1989) narra los aspectos penales de la guerra afgano-soviética que se había ocultado al pueblo soviético durante diez años. Para recoger el material para el libro la autora viajó por todo el país durante cuatro años y recopiló los testimonios de madres y veteranos de la guerra de Afganistán víctimas de la guerra. En “Encantado con la Muerte” (1993), trató el suicido como una opción para algunos tras la caída del sistema socialista, una historia que fue llevado al cine (La Cruz) y en “Voces de Chernóbil” (1997), su obra más conocida, recopila diez años de entrevistas a más de quinientas personas que fueron testigos de la tragedia.
Esta obra ha sido recientemente adaptada al cine en forma de documental, dirigido por Pol Cruchten y que se estrenará el próximo año. La autora no se centra tanto la catástrofe nuclear en sí, sino en sus consecuencias más humanas, las pasadas y las futuras, en un libro en el que entreteje cuarenta monólogos de otros tantos protagonistas, que le valió el Premio del Círculo de Críticos de Estados Unidos en 2005, año en el que se publicó en inglés. Además de este galardón, Alexiévich -que ha firmado más de una veintena de guiones para cine y documentales y escrito varias obras de teatro-, ha sido galardonada con otros premios internacionales.
Entre ellos, el premio Kurt Tucholsky al “coraje y dignidad en la escritura”; el Andrei Sinyavsky a “la nobleza en la literatura”; el ruso independiente “Triunfo”; el Leipzig “a la mutua comprensión europea” en 1998; el Herder o el Premio de la Paz de los Libreros Alemania en 2013. Así como el Premio Médicis francés, el National Book Critics Circle Prize de Nueva York y es además Oficial de las Artes y las Letras de la República Francesa, un reconocimiento obtenido en 2014. Alexiévich ha contado con éxito la historia de pueblo ruso durante los setenta años de socialismo, desde la Revolución de 1917, hasta los tiempos actuales, pasando por el terror de Stalin y los gulags o la caída de el sistema socialista.
Sus libros son una crónica de la historia de sus hombres y mujeres, durante varias generaciones, antes y después de la URSS, a los que Alexijévich no puede dejar de entrevistar personalmente como esa reportera que lleva dentro. Así se acercó a episodios más recientes como la guerra de Afganistán o la tragedia de Chernóbil. En una entrevista recogida en su página web, señala que estuvo buscando durante mucho tiempo un método literario que le permitiera “la aproximación más cercana posible a la vida real”. “La realidad siempre me ha atraído como un imán, me torturaba e hipnotizaba, quería capturarla en papel”.