La inquietud por el bronceado está a la orden del día. Las páginas web y revistas de belleza se llenan diariamente de consejos con los rituales necesarios para «coger el máximo color» en el menor tiempo posible. Alimentos ricos en caroteno, exfoliación e hidratación de la piel, aceites y pastillas aceleradores de bronceado y un sin fin de recomendaciones para que la melanina se dispare, con las que –no es de extrañar– se alimenta una obsesión creciente por «ponerse moreno».
Así, en uno de los extremos del asunto aparece la adicción al sol, lo que se ha bautizado como «tanorexia». Se trata de un trastorno psiquiátrico de la conducta que consiste en la obsesión patológica e irracional por estar permanentemente bronceado. «Puede compararse en cierto modo con los trastornos alimenticios como la anorexia», según fuentes de la Clínica Can Rosselló, especializada en adicciones y patología dual, ya que en ambos casos se repite el patrón de falta de autoestima y distorsión de la propia imagen.
Percepción errónea del patrón de belleza
«Se produce una interiorización errónea de los modelos imperantes en occidente que atribuyen a la delgadez, la simetría corporal y el bronceado de piel unos elevados valores de éxito personal, estatus social y poder económico que no se corresponden con la cotidianeidad», explica el doctor Augusto Zafra, director de la Unidad de Desintoxicación hospitalaria del Hospital Nisa.
Asimismo, también encuentra similitudes con las adicciones químicas y las conductas repetitivas de adicciones comportamentales –como la ludopatía, la adicción a las nuevas tecnologías o la compra compulsiva–, en cuyos inicios se estimulan los circuitos cerebrales del placer mediante la secreción de endorfinas, y más tarde emergen los fenómenos de dependencia y abstinencia.
Una de las curiosidades de la tanorexia, es que rara vez se manifiesta de forma aislada, suele aparecer asociada a otros trastornos, principalmente al obsesivo compulsivo (TOC) –la repetición de un determinado comportamiento para mitigar la ansiedad que provoca su ausencia. Según las fuentes consultadas de la Clínica Can Roselló, aproximadamente el 1% de la población sufre tanorexia, aunque «realmente no hay unos estudios muy firmes» en los que apoyarse para extraer conclusiones representativas. Lo padecen más las mujeres –el 65% del total de casos–, y de edades comprendidas entre los 25 y 30 años.
Tratamiento
Este trastorno suele diagnosticarse tras la detección de problemas dermatológicos. Entonces se procede al ingreso del paciente para controlar el cambio de hábitos, conducta e impulsos. Posteriormente «es un equipo multidisciplinar quien se encarga de desarrollar el tratamiento», que requiere de un abordaje terapéutico con psicoterapia reglada y otro psicofarmacológico, ya que a menudo es necesario tratar síntomas de ansiedad y depresión.
En el otro extremo de la obsesión solar aparece un trastorno menos conocido. La «tanofobia» es la aversión a todos los efectos perjudiciales del sol hasta el punto que llega a afectar a la salud de quien la padece. El sol, manejado de forma adecuada, reporta componentes –como la Vitamina D– necesarios para el correcto funcionamiento del organismo y la prevención de enfermedades. Esta vitamina está implicada en el cáncer de colon, la diabetes, el asma o la demencia.
Se concluye pues, que el sol es un arma de doble filo a la que hay que respetar, pero no temer.
Fuente: ABC